El algoritmo del diente de león
Sutil. Así se siente el alma cuando abandona el cuerpo.
Sutil. Así se siente el alma cuando abandona el cuerpo.
La Sociedad Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga ha nombrado 'Socio de Honor' a la 'Asociación Amigos de Joaquín Lobato'.
Se dice que la tontura es la calidad de tonto, y es tan abundante entre los humanos que pervive en la actualidad. Pero ante esa frase cabe mejor indicar que hay en la lengua española más de treinta voces y locuciones referidas a la tontura, sin que nadie se salve de su poderoso dominio.
En 1973 llegó Martín Galán a Vélez-Málaga. Y lo hacía para vivir aquí, para quedarse. Y vivir, para Martín, era crear, pensar, escribir... Y quedarse era participar, colaborar, construir... Y no venía solo. Le acompañaba su musa Carmen, a la que tanto verso dedicó, con la que tanto amor compartió.
Hija, déjame contarte una historia, real como la vida misma, y como la misma vida, cíclica, periódica y tristemente cotidiana.
¿Qué importancia le damos a los silencios? No hace mucho leí las palabras de un afamado psicólogo que hablaba «de saber vivir callado en una sociedad donde a veces el silencio se torna una amenaza, siendo como es, un bien casi inexistente en nuestra realidad más cotidiana».
Llamas serenas en el hogar templando la quietud de una tarde de enero. Lanzas incandescentes en pos de las alturas, inútilmente, al son de un adagio de Rachmaninoff, concedido a un oyente en la radio, que cuenta cómo esta música la sintió como un portal que se le abría a una nueva dimensión; y que entonces provocó el empañamiento de sus ojos.
Me resulta de lo más placentero llegar a casa y sentarme en la cocina totalmente en silencio después de haber estado callejeando por el barrio tragándome ese soniquete producido por los motopicos (se cierran y abren zanjas como en un cuento de nunca acabar); el tráfico y sus consiguientes perfidias acústicas, y ese zumbido de abejorro, lejano pero presente, que proporciona la ciudad. Vamos, que en mi cocina estoy en el paraíso. A mí con el ruido me pasa como con el viento; me desquicia bastante.
Llevo años estudiando y practicando artes marciales. Las llevo muy dentro. Desde muy joven me atrajeron todas esas disciplinas donde dos chicos de ojos rasgados se miraban con desconfianza y danzaban por escenarios inverosímiles con coreografías aún más inverosímiles, sin dejar atrás que las voces eran espectaculares.
Hay un dicho irlandés que dice así: “Nosotros, los irlandeses, somos las únicas personas en el mundo nostálgicas del futuro. Nunca dejamos de soñar, y nunca dejamos de creer en las posibilidades”.
En abril de 1958, como continuador, o pretexto de continuación, del Guión Parroquial, y bajo el "paraguas" de Órgano Oficial del Arciprestazgo de Vélez-Málaga, sale a la luz una especie de periódico/revista mensual con el título de FORTALEZA que viene a ser pronto el centro de atención de la vida local. En el primer editorial deja el tema de su origen muy claro:
¿Cuántas veces no pudiste llegar a las expectativas? A las del trabajo, a las de la familia, a las de la pareja, a las propias...
Estamos sometidos a lo que el estadounidense Chistopher Lasch denomina ‘cultura publicitaria del consumo’, cuyo método consiste en potenciar el deseo para adquirir mercancías que, aparentemente, nos hagan sentirnos mejores.
Anidaban junto a mí en un verso de Bécquer, en la penumbra serena de un libro que ocupaba un lugar preferente en mi habitación infantíl. Ellas, las oscuras golondrinas, dormían a mi lado soñando, como yo, poder volar
Obsesión con un examen, obsesión con una persona o con la idea que nos hemos hecho de ella, obsesión con que algo funcione, obsesión con aquel error, obsesión con que salga bien el trabajo...
Decía el escritor, guionista y director de cine estadounidense Paul Auster (Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006) que el arte y la cultura no van a transformar de inmediato la sociedad, ni van a solucionar los graves problemas que sufrimos, porque su función es más de tipo espiritual, de abrir las mentes y los corazones de las personas a las vastas posibilidades de la vida humana. Por eso, añadía, “son indispensables”.
Disfrutaba yo de mi clase de cajón flamenco cuando volvió a saludarme, ya lo hizo la otra tarde cuando jugaba con mi nieta en la alfombra del salón, y también me visitó en la caminata del mes pasado, mientras disfrutaba de una preciosa escapada de senderismo.