Todos estamos solos, y a la vez nadie lo está

Obsesión con un examen, obsesión con una persona o con la idea que nos hemos hecho de ella, obsesión con que algo funcione, obsesión con aquel error, obsesión con que salga bien el trabajo...

No creo conocer a alguien que no haya probado el “sabor” de la obsesión, ya que hasta la persona más aparentemente indiferente suele guardar en el bolsillo alguna historia que sigue invadiendo su cabeza, o tiene alguna manía estúpida que es incapaz de soltar. Muchos autores, especialmente psicoanalistas, han dedicado extensas teorías a este asunto. Las obsesiones que nos llegan a producir malestar pueden llegar a enfermarnos, produciéndonos fuertes dolores de cabeza, y ésta es una de las razones por las que conviene revisar si hay alguna obsesión que está machacando nuestra mente, para poder hacernos dueños de ella y que no acabe machacando también nuestra vida. Decía Marilyn Monroe que “toda mujer conoce sus límites, pero que una mujer inteligente sabe que no tiene ninguno”. Yo creo que los únicos límites que tiene una persona son los que se pone ella misma, porque nuestras obsesiones son generadores automáticos de límites para nosotros mismos. Pongamos el ejemplo de un examen : ese examen no es tan importante, no es una cuestión de vida o muerte, tiene solución, ya que hay infinitas cosas de provecho que hacer entre medias. Además, cuanto más piense uno que no va a mantenerse en equilibro en las vueltas de ese examen, más se distraerá de su objetivo, que no es otro que aprender a sostenerse y punto. Demos un vuelta de tuerca al asunto: ¿Cuántas personas hay en el mundo? ¿A qué porcentaje conocemos? Un ejemplo sobre ello : Disney sólo nos brindó la tentación de no cambiar nuestras vidas y de no abrirnos al mundo, y aquí entra el tema de la soledad... ¿qué es eso? Todos estamos solos y, a la vez, nadie lo está, y empeñarse en que una cosa funcione cuando resulta evidente que no es así y uno ha hecho todo lo que ha considerado que quería hacer, es una de las mayores limitaciones que existen. Enjaularse uno mismo por empeño es una verdadera pérdida de tiempo y de oportunidades. En cuanto a los errores, ¿hay algún modo mejor de aprender para un humano que equivocándose? Así somos, sólamente hay que centrarse en dejar de torturarse y abrir el regalo que nos ofrece cada tropiezo.