Dueños de nuestros miedos

¡Que viene el coco!, nos decían de pequeños... ¡O la bruja! La cosa consistía en meternos el miedo en el cuerpo y de paso conseguir alguna cosa: básicamente, que no diéramos guerra.

El otro día leí que hoy día los psicólogos no se ponen de acuerdo : para algunos el miedo es algo innato, instintivo, para otros se adquiere... ¡A tener miedo se aprende! El miedo es un instrumento de dominación, de sometimiento, de doma. Por ejemplo, y esto lo he escuchado de boca de personas mayores : antiguamente, si te querían “atornillar” en el trabajo te señalaban la puerta de la calle y te decían: «Ojo, ahí se pasa frío». Otro ejemplo : si algún partido político quiere que les votes, te dicen que los otros son el demonio. Todos tenemos nuestros miedos, claro, pero siempre es mejor que seamos nosotros sus dueños a que lo sean otros, y si no es así, nos tendrán bajo su dominación. Además, el miedo, aunque en un primer momento pueda parecer un mecanismo útil ya que sus resultados son inmediatos, no suele ser el más efectivo, es decir, siempre se aguanta más por amor que por miedo. El miedo nos hace estériles y anula la creatividad, y yo, por ejemplo, creo más en el poder “hacedor” de la rabia que en el del miedo. En estos tiempos de tantos miedos, habrá que recordar lo que ponían los antiguos en los mapas cuando no sabían qué había más allá : “Hic sunt dracones” o “aquí hay dragones”. Si hubiéramos hecho caso a nuestros miedos ni conoceríamos el mundo ni habríamos descubierto el fuego.