Deleteando, que es gerundio
Deleteando, del verbo deletear, sí; no lo confundo ni con deletrear, ni con deleitar. Deletear es una de esas cosas que hacemos a menudo, inconscientemente a veces y con intención en otras ocasiones.
Al igual que la tecla del delete de tu ordenador, (la Del o Supr de tu teclado), te permite borrar una palabra, una frase o un texto entero, nuestro cerebro tiene también un comando que cuando se activa elimina lo que seleccionamos, pudiendo incluso escoger lo que suprimimos de nuestros recuerdos, liberando espacio en nuestra memoria para vivencias, emociones y hasta errores nuevos.
Esta tecla es como nuestra goma de borrar, esa Milán con olor a chicle de fresa o nata, que nos salvaba de las faltas y tachones que afeaban nuestra libreta en el colegio.
Y deleteamos quizá porque buscamos tener una historia bonita, sin equivocaciones, faltas ni borrones. Por eso usamos el deletear y suprimimos experiencias, episodios y hasta personas que no deseamos que aparezcan en nuestra biografía.
Dicen que como nuestro cerebro es tan inteligente y protector suele activar él solito el comando delete para evitarnos sufrimiento. En otras ocasiones somos nosotros quienes voluntariamente pulsamos con fuerza ese borrado.
Como en un texto, lo mejor de deletear es que dejas ese hueco para reescribir palabras, para albergar vivencias nuevas e incorporar a quienes son recién llegados en tu vida. Hay quien no deletea nunca y va cargadito de recuerdos, (propios y hasta ajenos), también en esto conozco algún Diógenes de la memoria.
Pensaba ahora, en tono sarcástico si me lo permites, en lo bien que deletean los adolescentes, ¡Qué barbaridad!, como le dan a la tecla del borrado cuando de encargos y tareas se trata! Son deleteadores profesionales.
Si somos quienes escribimos nuestra propia historia, la vivida y la que nos queda por vivir, también somos nosotros mismos quienes podemos y hasta debemos deletear y reescribir cuanto queramos, hacer un “Juan Palomo” con nuestra historia vital. ¿No crees?
Usar la goma, borrar y soplar las virutas de caucho después. Pulsar la tecla y escoger lo que quieres mantener en tu relato, para que muestre la mejor versión de ti mismo, para que esconda la peor o la menos buena.
Cuando deleteamos olvidamos y esto puede ser todo un regalo, porque no es fácil deletear esos episodios o esos daños que nos acompañan… a veces presionando el pecho, martilleando el pensamiento, o robándonos el sueño por las noches.
Dicen que la vida es un paseo y que para disfrutarlo es mejor caminar ligeros de equipaje, ¿Sientes que la mochila que cargas pesa demasiado?
Pues deleteemos, compañeros: el movimiento se demuestra andando y quizá la respuesta…¡deleteando!