Música en la era
Esta tarde, en el calor de la tarde, en el sudor de la tarde, nos dejamos mecer por la voz de Billie Holiday.
Es como estar en la era contemplando el aventado del trigo. Su voz no es la paja ni el grano, sino el aire pacífico que los separa para que sea el pan nuestro de cada día. El pan de todos. El pan del mundo; especialmente el de aquellos a los que asesinan cuando van a buscarlo. La negación del pan y la sal como manifestación de la actitud más infame del ser humano. Algo que se practicaba en la antigüedad de manera casi religiosa con los semejantes, los llegados visitantes, aún siendo extranjeros; al igual que en la mar, su ley, y que quedó asumido para siempre el sagrado deber de socorrer al náufrago. ¿Es que no hay nadie, en ninguna parte, con el coraje necesario para parar esto? ¿Con qué tóxica sustancia ha sido hechizado el mundo que lo mantiene en este sueño profundo y viscoso?
La era ha sido espacio de música. Cantos de trabajo que eran bálsamos para aliviar el esfuerzo de la labor: cantos de trilla, cantos de arrieros, mineras, tarantos, cantos de fragua... y cantos de esclavos. Cantos de trabajo; gritos de campo. Cantos considerados como antecesores del blues. Y este blues que canta Billie Holiday en el sopor de la tarde, que alude al campo, a los árboles y a la fruta extraña que cuelga de ellos pudriéndose en el aire. Cuerpos torturados, quemados y después colgados de las ramas de los álamos como espectrales trofeos. Todos pobres, todos humanos, todos negros. En estos sucesos quedó la actitud de los que se consideran los más ricos, los más libres, los más blancos, porque la negritud no ha sido cosa de su dios blanco, sino de algún demonio descerebrado. Por fortuna hay pintores que pintan con amor a los angelitos negros, que también los quiere dios...
Tiempo de calor. Tiempo de sudor. Tiempo de era donde el excitante aroma de la mies trillada despierta amores cuando la música suena. Es la era lugar donde lo sagrado se hace vida, abierta al cielo y al sol que torna crujiente al cereal que es su óptimo talante para después ser pan.

He tenido el privilegio de trillar, de aventar la mies, llevar el trigo al molino y hacer pan con mis manos; el pan más sabroso que he comido. La sensación de humanidad que se siente en estas labores pudiera parecer trivial, pero es como sentirse heredero de un trocito de misterio.
Cuando se acaba la labor y el viento barre la última brizna, la era queda en un silencio contenido y se torna propicia al pensamiento. Sentarse en esa soledad aparente e imaginar a todas las personas que en el transcurrir del tiempo han rodado en ese orbe dejando su impronta en forma de sudor, esfuerzo y expectativas de buen pan, es como vislumbrar un procesión solemne de almas que estuvieron en ese preciso lugar y se llevaron consigo una porción del misterio, con su música y sus posibles amores.
Billie Holiday. Soplo de era. Aventadora imperecedera del eterno sufrimiento a manos de aquellos que no son nacidos de madre, sino de las más oscuras tinieblas.
Billie Holiday. Voz de aire desarmado, bálsamo de era.
Mujer y negra, por siempre jamás.