sábado, 04 de mayo de 2024 00:00h.

Los sonidos del silencio

El reloj marcaba las doce en punto. En el concurrido centro comercial, la gente llenaba sus carros de verduras, frutas, cervezas, helados, “pescado fresco de la caleta”...  Entonces, se oyó una voz: “Señores clientes, vamos a guardar un minuto de silencio por las víctimas...

Salvad al camaleón

La señora nadaba despacio en el agua transparente de su pequeña piscina, dejándose llevar por la calma silenciosa, calurosa y aromática de la tarde julio. Rodeada de vistosas plantas de alegres colores y de un almendro frondoso que asomaba sus ramas hasta casi rozar el agua, ella nadaba...

Morir de amor con Butterfly

La primera vez que la oí fue una tarde lluviosa de hace ya muchos años. Alguien, amante como yo de la música, me dijo que me sentara sin prisa en un lugar tranquilo y silencioso y me abandonara a su música, a la desgarrada historia de amor de Madama Butterfly. Con los oídos poco acostumbrados a la ópera; con el corazón receptivo a la belleza, acostumbrado a latir al son de todo aquello que hace vibrar, sentada en mi sofá y mirando la lluvia mansa que resbalaba por los cristales de mi ventana, sola y expectante me dispuse a vivir un desamor. A morir de amor con Butterfly. 

La plaza sin sombra

Durante algún tiempo frecuenté su encanto, la placidez de un lugar emblemático de  la ciudad luminosa que vio crecer mis trenzas en esos primeros años donde todo está por llegar, donde el vértigo te envuelve, donde soñar es lo importante, lo primero. Lo único. 

Viajeros del tiempo y del alma

Una peculiar estampa de Felipe II a lomos de la fantasía de un caballo singular, que mezcla lo clásico y lo moderno sin perder frescura ni romper la estética, entre flores, paisajes y monumentos, el pintor Antonio Hidalgo ilustra, a todo color, sobre el característico azul que identifica a esta colección, la portada del nuevo libro del historiador veleño Francisco Mon­toro, perteneciente a la colección ‘Reflexiones’ de Libros de la Axarquía. Viajeros en Vélez-Málaga nos invita a viajar por sus páginas para conocer lo que vieron y sintieron en distintas épocas los viajeros que llegaron alguna vez a este acogedor rincón de la Axarquía que nos ve vivir. 

Aromas de fiesta y melancolía

En la Sala del Exilio del Palacio de Beniel, bajo un pensamiento hermoso de María Zambrano, se presentaba el nuevo libro de Joaquín Lobato. Una vez más, esos amigos que miman su recuerdo, y el Área de Cultura veleño, lo hacían posible. Cuadernos de la Romería y la Feria veía la luz en mayo, “cuando el delirio y la luz surgen”. Una voz flamenca y una guitarra con duende abrían el acto llenando el aire con sones de malagueña;  bailaban los flecos del pañuelo rojo de la cantaora, al compás del suave taconeo  que seguía el embrujo de la guitarra. La tarde de mayo empezaba de la mejor manera. Música y amigos en un entorno amable, alrededor de un sentimiento común: el recuerdo entrañable de Joaquín Lobato.  

Batracios

La televisión ofrecía uno de esos animados debates que descarnan la actualidad en un programa de tarde, donde analistas, políticos y periodistas repasaban las novedades de esa trama corrupta que parece no tener fin.

Hasta siempre 'Cuqui'

Tenía tres años cuando se cruzó en mi camino. El pequeño caniche, con mezcla de grifón, llevaba nueve días andando por carreteras y campos hostiles, intentando volver a la que él creía que era su casa. Blanco, fuerte, vivaracho, con unos ojillos negros que hablaban solos, el perrillo, que tenía un futuro más que incierto, avanzaba contra el viento y la marea, contra el frío, el hambre y la adversidad, peleando con fuerza contra el desamparo. Tenía unas enormes ganas de vivir. 

A veces llegan cartas...

El cartero, que siempre llama dos veces, ha venido a casa es­ta mañana. También estuvo ayer, pero yo estaba recorrien­do las calles de Málaga, bebiéndome el sol del mediodía, tan aconsejable para el ánimo y para fijar la vitamina D. Dieta  mediterránea, poca sal, poco azúcar y caminar al menos una hora diaria -dice mi médico-. Pasear  es un placer sano, una eficaz medicina que no tiene contraindicaciones ni efectos secundarios, salvo ese cansancio perezoso que te invita después a abandonarte en el sofá.

Aunque tú no lo sepas

Oigo cantar a Enrique Urquijo un verso hecho canción: Aunque tú no lo sepas me he inventado tu nombre / me drogué con promesas y he dormido en los coches... Es de Luis García Montero, a quien dediqué entre atardeceres mi anterior artículo. Un grandísimo poeta que entretiene últimamente mucho de mi tiempo de lectura. ‘Aunque tú no lo sepas’ es también el título del documental que acabo de ver en Málaga, en el Centro Cultural María Victoria Atencia. Fue por casualidad que me enteré de este acto, y fui sin dudar a ponerle cara al poeta que me hablaba tanto y tan bien desde las páginas de un libro.

Atardeceres

Tengo un libro nuevo esperando en mi rincón de lectura. Lo vi en un escaparate, me atrajo su sugerente portada y entré a la librería a pasearme durante unos mi­nutos por sus páginas. Su historia y su prosa invitaban a leer, y me lo llevé a casa, al lugar don­de esperan otros libros recientes con sus portadas brillantes y su olor a nuevo. Será el primer libro de Luis García Montero que lea, aunque sí conozco sus versos. “Si el amor, como todo, es cuestión de palabras / acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma”.

Cuando un amigo se va

Él formaba parte de ese grupo de amigos adolescentes que adornaba, con su alegre desenfado, el paisaje veleño que me vio llegar un día de junio lejano en el tiempo. Su hermana fue una de mis primeras amigas de entonces, con la que compartí paseos por la carretera, guateques, mañanas de playa, tardes de jazmines y ajoblanco, misas de do­­mingo, secretos de amor... Y fue por mi amistad con ella que conocí a Gabriel. Era un chico amable, correcto, simpático, al que recuerdo entre jóvenes estudiantes paseando por las calles veleñas, hablando de libros, de ferias..., y de un futuro que estaba a la vuelta de la esquina.

Al son de una habanera

Intento poner en orden un cajón de sastre donde guardo ‘momentos’, instantes de emoción que viví alguna vez y que quise perpetuar en el recuerdo: un verso triste, recitado en un lejano jardín, que duerme en papel cuadriculado sin perder frescura, sin hacerse viejo; un separapáginas, que compré en el Louvre, desde donde me mira la Gioconda, con su enigmática sonrisa, a  veces triste, a veces alegre, a veces melancólica... Siempre hermosa. Fotos, leones alados, tulipanes de primaveras frías, la Torre Eiffel, el pequeño King-Kong que compré, casi rozando el cielo, en lo más alto del Empire State... Todo está ahí, en el orden desordenado en que lo fui guardando, mezclando sensaciones y nostalgias que vienen y van cuando abro y cierro el cajón.

El año que se fue

Lo vimos marchar en la quietud de un espacio nuevo y transparente, una habitación con vistas al mar y a la montaña a la que se ha sumado el esplendor del cielo, atrapado con su luna y sus estrellas en el cálido y diáfano techo de cristal que era el sueño de luz del joven que hizo de aquella habitación su particular paraíso. 

Cielos de luces y sombras

Pensando en lo rápidamente que ha pasado un año, al atardecer de un día de diciembre recorro las calles del centro de Málaga engalanadas con buen gusto para vivir la Navidad. Luces, abetos, pascueros, muérdagos y una musiquilla en alguna esquina que nos invita a cantar los típicos villancicos. “Pero mira cómo beben los peces en el río...”, canta con voz cansada  la señora que pide limosna sentada en el suelo, junto al vendedor de esas almendras que son “las mejores de Málaga”. Músicos anónimos con guitarras y violines interpretan conocidas canciones, que se suman a ese ambiente navideño que se pasea entre alegrías y tristezas. “El espíritu de la Navidad” no puede borrar los contrastes.

Historias de libros

Acabo de leer un libro que me ha entretenido durante unos días con el ir y venir de sus personajes alrededor de una historia curiosa, llena de intrigas, misterios e irrealidades. Miro el libro ya cerrado y pienso en todo lo que he vivido con él; página a página, he bailado al son de vidas distintas siguiendo la música de unos personajes que me contagiaban por momentos sus miedos, sus creencias, su ilusión, su desencanto... Su sentir.