Promoción del linchamiento bipartidista
Cada tiempo tiene su estrategia, y cada poder público tiene su fábula sobre “el presente atascado en un futuro siempre limitado”.
Llevamos tiempo donde el improperio y la desidia de formas y fondos caracterizan jornadas políticas de esperpento acompañadas de grabaciones donde no salva la cara nadie. Nos arrinconan con audios desvirtuados de contextos para quebrantar las certezas “a favor del poder de promover el linchamiento del contrario”, y eso nos deja en una “espiral de encantamiento” sobre la estrategia de ganadores y perdedores. Y es que cada día regresamos al inoperante bipartidismo que siempre liquida la suma de la diferencia. Friedrich Nietzsche decía que “la serpiente que no puede mudar de piel muere, y lo mismo ocurre con los espíritus que se les impide cambiar de opinión : dejan de ser espíritu”, y en ello estamos, apostando por inmovilismos donde doblar la cabeza ante la historia que siempre se repite, y posiblemente en esa pérdida de conceptos estamos dejando los valores que se deben al orden superior democrático, en lo anacrónico de trifulcas superadas mientras pensábamos que quienes serpenteaban en él dejarían de eternizar sus pobres argumentos. Estamos permitiendo el camino demasiado fácil a “quienes se empoderan a pesar de ser unos necios” y nos volcamos al mejor postor de la mentira. La actualidad de nuestro tiempo sigue hambrienta de almas nuevas que asuman unas sensaciones renovadas de sabiduría a pesar de la vejez de los hechos. Nos cuesta demasiado sacar fuera los rencores, otras maneras de reivindicar la vida cotidiana que aniquilamos con raros estereotipos por aquello de mantener la razón por encima de todo. Somos nosotros los que quedamos arrastrados por lo sibilino de la política, que oscurece las soluciones, y ante tanta contradicción nos quedamos expuestos a los “vendedores de lo obsoleto” (el bipartidismo), a la supremacía de la idea única, al odio sobre lo diferente y a la vuelta a la clandestinidad del pensamiento. Casi estamos a punto para recibir la estocada final, porque la mayoría no tiene dominio de la situación, y aún así, “nos culparán de morder el polvo como pobres cautivos del silencio” para volver a escribir la historia.