sábado, 26 de julio de 2025 00:00h.

Capítulo V: De Madrid al cielo

Parece ser que fue a instancias del poeta y político D. Gaspar Núñez de Arce cuando, nombrado ministro de Ultramar en el gobierno de Sagasta (1882-1883), es llamado Salvador Rueda a trabajar en La Gaceta de Madrid. La inicial simpatía de Núñez de Arce por Rueda irá evolucionando hacia una amistad y una relación paternofilial con buenas dosis de maestrazgo. Núñez de Arce tutelará literariamente a Salvador, le instruirá y abrirá las puertas al mundo literario de la Corte.

“De Madrid al cielo”, piensa Salvador Rueda, ese viejito que, sentado ante la ventana de su casa a los pies de La Alcazaba, rememora sus años en Madrid. ¡Casi toda una vida!, se dice, entornando los ojos. Sí, de Madrid al cielo, pero el cielo sabe lo que me costó, lo que trabajé, lo que me esforcé, musita en voz baja, sonríe y comienza a ver:

Está viendo al joven que combinaba trabajos administrativos con la escritura en La Gaceta, El Globo, El Imparcial, La Diana, periódicos en los que publicaría poemas y relatos.

Se ve ante su amigo, maestro  y mentor Núñez de Arce recomendándole lecturas, ofreciéndole su biblioteca, brindándole su saber al joven apasionado por aprender, alumno aplicado que estudia y devora todo lo recomendado. Desgrana los tratados de retórica, de métrica, de poética… lee sin cesar a los grandes, a los clásicos y escribe, escribe sin parar.

Sí. Núñez de Arce fue como un padre para Salvador. Un padre que le aconsejó y abrió las puertas de eso que llamamos mundillo literario, presentándole al joven a los autores más prestigiosos: Echegaray, Campoamor, Zorrilla, Clarín…

¿Está soñando Salvador?  No, ahora no. Ahora está recordando el sueño cumplido. Sus primeros libros, Noventa estrofas, Cuadros de Andalucía, D. Ramiro

¡Ah!  Cómo le aplaudieron aquel año cuando intervino en El Ateneo leyendo su poema A ver la novia; hasta dos veces tuvo que recitarlo, tal fue la efervescencia y el clamor del público.

El dicho de Madrid al cielo se había hecho carne en él, así se lo comunicaría a su amigo Díaz Escovar: “He ganado la batalla decisiva… Aquí no paro  un momento, pues siempre me tienen invitado de acá y allá, y siempre tengo que estar en algún salón recitando versos”.

 Y lo hace con el corazón alegre de quien valora la amistad y sabe ser amigo. Lleva el alma en sus manos y se prodiga generoso, como lo han sido con él.

En 1886 publica El patio andaluz y, al año siguiente, El cielo alegre, situándose dentro de una tradición que cuenta con figuras tan notables como Fernán Caballero, Pedro Antonio de Alarcón, Martínez  Barrionuevo o Arturo Reyes.

En poesía publicará Sinfonía del año. Poemario revolucionario en el que Salvador Rueda se atreve con nuevos ritmos y que, sin embargo, proporcionó al poeta algunos sinsabores, ya que no fue lo suficientemente apreciado en su momento.

Salvador sigue escribiendo de manera que parece no conocer la fatiga. Se estrena como novelista con El gusano de luz, y seguirá el poemario compuesto en sonetos El himno a la carne que provocará una ola de escándalo entre los “moralistas”.  Escándalo que nuestro autor trataría de silenciar después con la publicación de los libros costumbristas Granada y Sevilla y Bajo la parra, ya en 1890.

 Una de cal y otra de arena irá dando a la crítica Salvador Rueda, porque cuando publica Cantos de vendimia levantó de nuevo la polémica entre los seguidores del canon establecido. Como recordará el propio Salvador Rueda a su amigo Díaz Escovar: con Cantos de vendimia sólo pretendía “la revolución de la poesía castellana” y se sorprendía de que “produjeran inaudita sorpresa e insólito asombro entre el público, el cual, aterrorizado de mi audacia -se llamaba audacia a interpretar la Naturaleza- pedían mi cabeza a gritos”.

El recuerdo de estos pasajes de su vida vuelven a hacerlo sonreír. Se hace una pregunta: ¿Y si hubiera sido más valiente y no hubiera hecho caso a esas críticas? Pero enseguida despeja la incógnita: lo hecho, hecho está, se dice y, ahora sí que se echa una cabezadita.

Lo dejaremos dormir un poco hasta la siguiente entrega  y os proponemos  leer unos fragmentos de esos poemarios que tanto dieron que hablar y tanto escándalo propiciaron.

De Sinfonía del año

 

XVIII

Doctor es el higo chumbo,

estudia ciencias de espinas

y en el ilustre birrete

le sale borla amarilla.

 

LXIV

 

La triste gota

suena en la cueva

como el quejido

de un alma en pena.

 

De Cantos de vendimia

La margarita

Entre las flores del campo

tú puedes ser la gitana,

margarita primorosa,

margarita delicada.

 

En torno al botón de oro,

abierta está tu baraja,

que brindas a los que sufren,

y tiendes a los que aman.

 

De Himno de la carne

 

Soneto V

Adorna de bacante tu cabeza

con pámpanas fragantes y frondosas,

derrama y vuelca por tu espalda rosas

y muéstrame desnuda tu pureza.

 

Este egregio licor, gracia y nobleza

ofrece a nuestras ansias amorosas,

mira en su seno chispas luminosas,

irisadas burbujas y belleza.

 

De esplendorosos átomos bañado

tu cuello adorno con el vino nuevo

por donde corre espléndido y dorado.

Luego mis labios a tus pechos llevo

y gusto el vino en el pezón rosado…

¡digno es de un dios la copa en la que bebo!