Un átomo de recuerdo

Un solo fotograma, un relámpago, un flash en el más recóndito rincón de la memoria, tal vez un imperceptible Big Bang del que surge el ser.

Hablo de Marundi,  la mujer que me trajo a esta dimensión; también a mi hermana; y poco después se nos fue. Se la llevó un bacilo algo mayor que la memoria que me dejó. Nada se podía hacer. Un lazareto rodeado de pinos que parecían contagiados del mal que pretendían paliar, era el lugar donde se les aislaba para dejarles morir.

Busco en la párvula memoria indicios acerca de la música que les gustara a mis padres, la que les unía, la que les enamoró. Mucho más adelante, en el tiempo lineal que a todos nos lleva en volandas, comprendí que las canciones que mi padre canturreaba o silbaba (sin nunca acabarlas), eran una conexión secreta con la amada ausente. Carlos Gardel era el más frecuente y su El día que me quieras. Otra canción que abundaba en su tarareo era Raska yu, tema compuesto por el mallorquín Bonet de San Pedro en 1940, pero que algunos, especulando con el origen oscuro de la canción, atribuían a un músico cubano. Canción en la que se relata como un amante desentierra a su amada muerta por tuberculosis, para estar con ella. Esta canción ejercía cierto influjo en él. Personas a las que les tocó en su vivir contemplar tanta muerte y atrocidad, no les podías atenuar el dolor con otra clase de música. Toda su vida la recorrió silbando esas canciones, como si el recuerdo y su alma hubiesen soltado el ancla justo en esa brizna del tiempo.

No busquéis la tristeza en esta líneas. No obstante, en ocasiones, se me antoja que hay cierto desconsuelo en el cosmos, al permitir que espantajos arrogantes causen tanto dolor en nuestro planeta sólo para poder ser más ricos. El Cielo los confunda.

Escribió María Zambrano:  busca tu destino... ¿Acaso es el destino algo singular, individual? Porque si todos estos destinos conforman la suma de un destino final, habría que crearse un anillo (parecido al de Saturno) de música que nos proteja de destinos llegados del lado oscuro ataviados de maldad. Que prevalezca la Luz y sea Aurora infinita; música inacabable. Tal vez el universo, en su expansión, nos conceda este deseo. Se dice que la ingenuidad es ausencia de maldad, por ello, los que difunden sabiduría con la palabra  nos recomiendan volver a ser  niños.

La historia, como la vida, se muestran siempre en sazón de pasado. Son tantas las memorias a cribar... Y es ardua labor de historiadores, arqueólogos y paleontólogos desencriptar lo que fuimos, lo que fue, los destinos que fueron alcanzados o los que se desvanecieron como meras ensoñaciones. ¿Quién averiguará los recuerdos que me faltan; todos esos átomos de memoria que me completen? ¿Quién descubrirá las músicas que se derramaron en tantos siglos de humanidad; la suma de todos esos destinos?

Buscar el destino no es mirar en el armario a ver qué atuendo se corresponde con el día que se inicia, ¿o tal vez sí?: si se elige un pantalón a rayas y una camisa de cuadros, se corre el riesgo de ser censurado, y la búsqueda del destino será un camino tortuoso.

Mas, un ínfimo átomo de memoria, ¿podría ser suficiente para recorrer una refulgente travesía en pos de ese destino? Prometo contarlo cuando llegue. Mientras tanto, a escuchar la mejor música posible.

No hay pasos a mi lado.  Solo el polvo y tu recuerdo.   (Classic blues)