Una sociedad despersonalizada

Vivimos en un tiempo en que las escuelas y las universidades se proyectan cada vez más hacia el mercado, hacia el culto a la velocidad, y dispuestas a sacrificar los saberes humanísticos que no producen dinero.

Así como los científicos deben generar un beneficio económico inmediato en sus investigaciones, porque si no es así, no hay inversión. Lo triste es que no se invierte tanto para el bienestar social ni en medicina, pero sí se hace en el  avance de la tecnología y en ejércitos armados.

Hemos creado una sociedad sometida a los prejuicios morales, a la hipocresía generada por el conformismo. Esa capacidad de pensar y de sentir se deteriora, porque al filósofo y al poeta se les anula; así se crea un sistema social que está incapacitado para emitir un juicio y valorar los  sentimientos humanos. Esto conducirá tristemente a la muerte de ‘ser persona’; a perder la capacidad de pensar. Y como individuo formar parte de una ‘masa’ que es amorfa y manipulable.

Recordemos lo que nos dice la pensadora veleña María Zambrano sobre lo que significa ‘ser persona’. Nos dice: “Ser persona es algo más que el individuo: es el individuo dotado de conciencia, que se sabe a sí mismo y que se entiende a sí mismo como valor supremo, como última finalidad terrestre”.  Porque es la conciencia la que actúa en la capacidad de emitir juicios. Y agrega que es la persona la que construye el futuro: “La persona, lugar donde el futuro se abre paso, necesita de un ayer que le equivalga. (…) Sólo la persona humana puede ‘unir’ el tiempo. Por ello, primero lo separa, es decir, lo constituye en pasado, aísla el presente y queda como vacía, disponible para que el futuro pueda penetrar”.

Con esta exposición os invito a reflexionar sobre la importancia que tiene reivindicar los saberes humanísticos en la educación: la filosofía, la poesía, las artes creativas... Que poseen la función de hacernos preguntas, es decir de cuestionarnos el mundo que nos rodea, así como mirar hacia nuestro interior, cualidades que desarrollan la capacidad de pensar y emitir juicios.

El filósofo alemán Nietzsche nos dice de la filosofía: “Se trata de un arte que es hoy más necesario que nunca. [...] Justo por eso es lo que más nos atrae y nos fascina, en una era que es la del ‘trabajo’, quiero decir: la de la precipitación, la de la prisa indecente y sudorosa que pretende ‘acabar’ todo de inmediato”. Nos dice también “que debe ser una educación para la profundidad. [...] Y con ello no quedarse en el mero ejercicio académico, abstracto tecnicismo. Hacerlo con infinita pasión por el saber, por la lentitud, y por el esforzado ‘excavar filosófico’ que todo ejercicio crítico presupone”. Es su manera de decirnos que debemos tomar conciencia del mundo que nos rodea, pensar, y tomar decisiones. 

Y el poeta nos dice: “Siento la necesidad de encontrar ‘La palabra líquida / celosamente guardada / callada  y escondida’  Para ello he de bajar a los ínferos del ser, allí donde la piedad reside en las ruinas de las piedras, como memoria latente de la intrahistoria humana. De esa intrahistoria humana que nos habla el filósofo Miguel de Unamuno. Me he visto obligado a penetrar en el corazón de la piedra: para sentirme por dentro / como la tierra / herido, pero sentirme.

Ello me hace preguntarme: ¿qué será de lo humano si no sentimos como poeta ni pensamos como filósofo?