Aire de bulevar, aires de cultura
Dicen en muchas zonas de Francia que si vamos paseando por la calle y se respira aire de bulevar, eso es poesía.
Cierto es que en concreto en algún que otro barrio de París ese aire es como una flecha cultural sobre la que se amontonan galerías de arte, papelerías, sombrererías, librerías y cafés. Esas calles, a cualquiera que le interese mínimamente la cultura, le entusiasma, le gusta, le hipnotiza. Esas calles de cultura las he definido siempre como una explosión de color potente y vibrante, y es cuando uno prefiere imaginar las escenas de la vida cotidiana en la abstracción, que contemplar la propia escena. En la vida de un artista y, particularmente en la de un hombre viejo, la abstracción acaba siendo un refugio, ya que nos recuerda esa famosa cita : “me siento como un niño junto a un poeta sabio, pegando su nariz en el cristal de un escaparate, buscando detalles, destellos, colores, formas y texturas, las texturas de la pintura y de la escritura”. Siempre he creído que la literatura es un arte que tiene esa vocación de ser observada, a veces inalcanzable tras el cristal del alma. En barrios de París, entre terraza y terraza, entre café y café, cigarrillo y cigarrillo, muchos se calientan en días fríos bajo el sol del arte, no hace falta más. También deseo hacer referencia de forma individual a la poesía, porque siempre he creído que es el refugio de los periodistas veteranos, y la razón es que oxigenan el alma, hartos del falso realismo de la actualidad. Estos veteranos periodistas, hartos del terror informativo de hoy día, adoptan una poesía en sus escritos que es el templo sobre el que descansa el guerrero, desnudo de corazas, dagas y escudos. En estos tiempos que corren nos adaptamos con facilidad a palabras y frases de una rutina que quema y que lentamente mata al buen y honrado periodismo. Permítanme acabar con esta famosa frase : “un soneto es un acontecimiento que te hace más hombre”... ¿Me entienden?