Como el musguito en la piedra
Crece en el planeta la ignominia con infames augurios de oscuridad, como enredadera parásita en la hermosura del bosque.
Se me hace cuesta arriba hablar de belleza; duele subir los peldaños que llevan al mirador donde el paisaje se muestra inspirador. Aún quedan visiones de esta índole que restañan las heridas que dejan las imágenes que nos muestran cada día, como si el mundo ya no pudiera ser otra cosa.
Nuestras islas. Reductos donde suena la música balsámica; donde la poesía conserva el valor de sus poderosas palabras; donde se comparte la fragancia de las letras combinadas con amorosa alquimia; donde las pacíficas intenciones brotan como el musguito en la piedra. ¡Ay, sí!
La Violeta lo supo aun siendo chiquita. La poesía de sus canciones nos siguen recordando nuestra fragilidad frente a la grotesca presencia de lo que jamás debiera salir del inframundo.
Pero aquí estamos. Bruñidores infatigables del espíritu creativo; haciendo que la palabra lleve más luz que la anterior, en una espiral ascendente sin fin, como el Bolero de Ravel. Si el cosmos atendiera las bellas palabras que germinan en el planeta, sería como el brotar tierno y perfumado musguito en la piedra. ¡Ay, sí!
Pero el cosmos parece existir desentendido de nuestra presencia, del mismo modo que nunca nos ocupamos de saber si un electrón cumple todas sus órbitas alrededor de su átomo: lo pequeño parece siempre ignorado por el gigante; yo lo llamo ‘un dios omniausente’.
Es el diminuto y dócil musguito el que brota sobre la piedra, como si la arropara ante la adversidad. Que nos parece la piedra materia eterna e irreductible, pero es la que nos sostiene en el continuo peregrinar por la inmensidad, expuesta siempre a la desintegración. Materia formada con el polvo de las estrellas como proyecto de vida; y es aquí, en la vida, donde brota la misión iluminada del musguito sobre la piedra. ¡Ay, sí!
Aparecido el musguito en el planeta muchísimos millones de años antes de las plantas mayores, podríamos considerarlo el perfecto aliado de las estrellas: retiene agua, purifica el aire y es uno de los mejores reguladores biológicos en cualquier ecosistema conocido; incluso en el desierto.
No pretenden ser estas líneas lecciones de divulgación biológica, difusión cosmológica o filosofía de andar por casa en zapatillas. Un ramillete de pensamientos libres que brotan de la mera poesía del corazón cuando no se siente observado ni juzgado y abriga la necesidad de comprender el dolor del cosmos; y es que brota este pensar como el musguito sobre la piedra. ¡Ay, sí!
En estos días de sofoco solar y quema perversa de bosques, se hace necesario preguntarse por qué tanto sacrificio. Por qué se infringen tantas heridas a la hermosura que nos rodea que además es nuestro amparo. No espero que la poesía sofoque incendios, pero sí anhelo que ayude a evitarlos. Por todo ello y mucho más, no se detiene el pensamiento necesitando comprender, trepando y trepando como en el muro la hiedra; brotando, brotando, como el musguito en la piedra. ¡Ay, sí, sí, sí!
Gracias, Violeta.