Presenciamos, diariamente, en los medios informativos malas noticias: corrupción por intereses económicos; injusticias sociales; guerras fratricidas que se eternizan por un poder egocéntrico, seres humanos que perecen porque quieren cruzar una frontera para alcanzar una vida mejor; toda clase de violencia, y penosamente, la de género que no se vence.
Después de las obras que han remodelado el centro histórico de la ciudad -desde el Camino de Málaga hasta el Parque de Andalucía- se observa una clara ebullición a lo largo de la Plaza de las Carmelitas y calle Canalejas, que nos tiene muy animados y contentos a los del lugar.
Se cumplen ahora veinte años del 11M, aquel horror sangriento que nos despertó una mañana con sonidos e imágenes escalofriantes del atentado terrorista que costó la vida a ciento noventa y dos personas.
La vida nos depara momentos para todo. Hasta en esos instantes que consideramos vacíos y que transcurren en pura monotonía, cuando menos te lo esperas, salta la liebre y ¡zas! te topas con algo que no esperabas.
Recuerdo muy bien cuando era pequeño y, en mi casa y en el colegio, mis padres y mis maestros se afanaban en transmitirnos a los niños de mi época la importancia de no tirar papeles al suelo, de no maltratar las fachadas de los edificios, de respetar el mobiliario urbano, de no hacer, en definitiva, cosas que molestasen a los demás o que socavaran el patrimonio de todos: desde los bancos de los parques hasta los senderos que caminábamos, en una época donde la jungla del asfalto todavía no se había adueñado de nuestras vidas y los barrios de las ciudades tenían el campo más cerca.
Desde la antigüedad, y en muchas partes del mundo, al círculo se le han arrogado interpretaciones simbólicas, espirituales o cosmogónicas.
Deberíamos plantearnos el modelo de sociedad actual y la relación que mantenemos.
El genial cómico americano Groucho Marx, que triunfara en la gran pantalla durante el siglo XX, comparando los libros con la televisión, defendía algo insólito y edificante: “Encuentro a la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro…”.
Solemos echar de menos en nuestras ciudades lugares de esparcimiento, espacios libres de tráfico, zonas verdes para hacer deporte o pasear.
Hablar de timos en un país donde la picaresca llegó a la cumbre como género literario y donde quien más quien menos tiene conocimiento de ciertos personajes que elevan el sablazo a arte de esgrima, dejándote, si te descuidas, la cuenta corriente en las puertas de urgencias, podría parecer una paradoja si no fuera por la frecuencia con la que últimamente saltan las alarmas ante este tipo de delitos.
Se ubica el origen de la danza en la Antigua Grecia, en las fiestas (ditirambos) que se realizaban en honor a Dionisos.
Parece que todos sabemos lo que necesitamos para disfrutar de una buena salud: buena alimentación, práctica regular de ejercicio físico y, a ser posible, un trabajo satisfactorio y cierta estabilidad emocional.