El ‘quejío’ de un alma rota
Como poeta, he de confesar que mi acercamiento al flamenco surge cuando descubro un lenguaje lleno de sentencias, en el cual el alma se rompe ante un quejío que se hace canto y trasciende a lo sagrado.
Como poeta, he de confesar que mi acercamiento al flamenco surge cuando descubro un lenguaje lleno de sentencias, en el cual el alma se rompe ante un quejío que se hace canto y trasciende a lo sagrado.
En una antigua tira cómica, un informático oía al comercial comentarle a un cliente todo tipo de excentricidades tecnológicas que tendría un producto y exageraciones sobre las capacidades de los técnicos. Al terminar, el informático le dice al comercial: “Oye, ¿no estarás preparando otra receta para el desastre?” A esto, el comercial le responde: “Yo vendo proyectos y tú los desarrollas. Yo sé hacer mi trabajo. Si tú no sabes hacer el tuyo, no es mi problema”.
Esto es lo que está pasando en la Junta de Andalucía.
En Ojos grises, el último ganador de la Beca Carnet Jove Connecta’t al Còmic 2016, retrata el Poblenou de la Barcelona de finales de los ochenta, cuando la ciudad se preparaba para uno de los mayores cambios de su historia.
Todos aquellos que amamos las historias profundas, solidarias y cercanas, estamos de enhorabuena. Una vez más, el dibujante y guionista Jaime Martín lo ha vuelto a conseguir con Jamás tendré veinte años, una historia entrañable y repleta de realidad, ambientada en la España de la Guerra Civil y aún más allá.
En Rincón de la Victoria las empresarias han dicho basta a una Navidad aburrida y a ver cómo sus convecinos cogen sus coches para ir a disfrutar de las luces, los comercios y el ambiente de la capital. Entre ellas han encontrado el apoyo que les faltaba para dar el paso para cambiar las cosas.
La compañía de teatro ‘María Zambrano’ pone en escena la obra Antígona vs. Cleopatra, cuyo autor y director es Juan Salvador Gómez Polo. Desde el día de su estreno, el 21 de noviembre de 2015, en el Teatro del Carmen de Vélez-Málaga, ha sido representada en numerosos escenarios, cosechando grandes éxitos. En ella se contraponen dos realidades antagónicas: la fuerza de la piedad ante la pasión del poder. El autor, con gran acierto, rescata de la génesis histórica a dos personajes míticos. Dos mujeres, Antígona y Cleopatra: una es alma, la otra es cuerpo.
Hacia el final de la deliciosa comedia de William Wyler (Los mejores años de nuestra vida, La loba, El coleccionista, Ben-Hur…), en el romano Palazzo Colonna tiene lugar una multitudinaria rueda de prensa con la princesa de un supuesto pequeño país centroeuropeo, quien termina saludando personalmente, uno por uno, a los corresponsales extranjeros en Roma. Escena de Vacaciones en Roma, esta última, en la que el protagonista Gregory Peck (en el papel de Joe Bradley, del Américan New Service) y su fotógrafo aparecen acompañados por dos nombres sonoros del periodismo español de la época, el madrileño Julián Cortés-Cabanillas y el pamplonés Julio Moriones, que al saludo de la encantadora Audrey Hepburn, en el papel de la princesa, se identifican: “Cortés-Cabanillas, ABC de Madrid”; “Moriones, de La Vanguardia de Barcelona”.
Entrañable escena para cualquier imberbe españolito de los 50. Más aún, si, como yo, cuando vi la película (¿al filo de los 60?) ya bebía los vientos por la Ciudad Eterna y por la joven actriz inglesa, que con Vacaciones en Roma (1953) hizo sus primeros pinitos para el cine de Hollywood. Amén de mis tempranas veleidades cosmopolitas y periodísticas.
El argumento de la película se podría resumir así: Durante una visita a Roma, Ana, la joven princesa, trata de eludir el protocolo escapándose de palacio para callejear de incógnito por la ciudad. Así conoce a Joe Bradley, un corresponsal americano que busca una exclusiva para su periódico y aparenta ignorar la identidad de la princesa. La sin par pareja vivirá unas jornadas inolvidables recorriendo la ciudad inigualable. Como no podía ser de otra manera, se enamoran en un cuento maravilloso que ya es leyenda del cine.
Me gusta la moda del Mannequin Challenge: esas paralizadas escenas de grupo -museos de cera de la gente corriente-, donde la vida se toma un respiro. Me gusta ese tímido canto a la lentitud que representan esas escenas, esa leve intención de que las cosas del mundo se tomen su tiempo, de que sean cocinadas a fuego lento. Puede que la moda de estarnos quietos durante unos minutos nos haga entender que debiéramos bajarnos los humos y las revoluciones. A esta sociedad, como a un coche acelerado, se le escucha el ruido asmático del motor. Esta sociedad va siempre con la lengua afuera. Esta sociedad no corre, vuela.
Acabo de leer un libro que me ha entretenido durante unos días con el ir y venir de sus personajes alrededor de una historia curiosa, llena de intrigas, misterios e irrealidades. Miro el libro ya cerrado y pienso en todo lo que he vivido con él; página a página, he bailado al son de vidas distintas siguiendo la música de unos personajes que me contagiaban por momentos sus miedos, sus creencias, su ilusión, su desencanto... Su sentir.
Existen distintas maneras de entender la vida. Todos somos conscientes de ello. Y esas maneras tienen mucho que ver con las diferentes mentalidades que afloran y se extienden en nuestra sociedad. Hay humanos que pasan la vida buscando el provecho propio, la ventaja que le ofrece el acontecer..., olvidando si las dichas ventajas perjudican a los demás… Y hay otros humanos, por el contrario, que cruzan por la vida intentando ser útiles, olvidándose de egoísmos, rapiñas y corruptelas, y ayudando a los próximos y defendiendo al grupo, a la tribu, eligiendo lo mejor para la mayoría, aun a costa de renunciar a ventajas propias previsibles, o posibles.
Poeta en Nueva York forma parte del legado poético de la humanidad. El presente cómic nos muestra una visión original sobre la estancia de Federico García Lorca en esta ciudad, donde nos dejaremos asaltar por las pasiones y obsesiones del escritor granadino atendiendo a su epistolario y a los testimonios de quienes le siguieron en dicha aventura.
El grupo ‘La Cuadra’ dio el pistoletazo de salida, a caballo del ‘Mayo francés’, con Quejío, dirigido por Salvador Távora. Una sobria dramaturgia flamenca (¿auto sacramental?) sobre los vulgares tópicos del flamenco ‘turístico’ de finales de los sesenta, que hizo las delicias de los intelectuales (con José Monleón al frente) y la izquierda francesa que ‘nos’ la confirmó como obra de culto. Y que yo tuve la ocasión de verlo representado sobre las tablas en el Madrid de principios de los setenta.
Era la avanzadilla experimental (¿libertaria?), estética y escenográfica, del tardofranquismo que, ya en los inicios de la Transición, tomó cuerpo como grito específicamente gitano, con su voz jonda denunciando la situación de injusticia de su pueblo, a través de las pragmáticas reales desde los Reyes Católicos, en la obra teatral de José Heredia Maya, Camelamos naquerar. “Propuesta para una danza flamenca de arcángeles morenos”, se leía en el subtítulo. Una obra de rara belleza; que nuestro siempre bien recordado Miguel Alcobendas llevó al cortometraje. Un espectáculo crudo y fuerte en la forma y en el fondo, en contraste con su Macama Jonda, de 1983, con la que el poeta granadino quiso escenificar la alegría del encuentro entre pueblos distintos, con el motivo de la boda de un joven gitano y una chiquilla marroquí de Tetuán.
Trilita Ediciones nos regala la mejor versión de Las Historias de Taberna Galáctica, en una Edición Definitiva, renovada, supervisada por el autor y plagada de sorpresas, para un total de 184 páginas, incluidas 48 en color con numerosos extras y 10 páginas de introducción. Encuadernación en cartoné con gran formato, 24 x 32 cm. y por solo 32 euros.
Los acontecimientos de una guerra siempre nos desbordan, porque desmoronan la convivencia humana, haciendo tambalear nuestras conciencias.
El popular reloj de la torre del templo de San Juan Bautista de Vélez-Málaga, fue instalado tras la Guerra Civil (1936-1939) gracias a la iniciativa y donación del veleño Francisco Gómez de la Cruz, según las noticias y documentación que nos proporciona nuestro amigo, y gran veleño, José Luis Piédrola.