La palabra felicidad
La palabra felicidad se ha usado hasta la saciedad, pero hay muy pocos estudios serios sobre ella.
La palabra felicidad se ha usado hasta la saciedad, pero hay muy pocos estudios serios sobre ella.
Pensar en la existencia de la humanidad y su evolución, desde los ‘Neandertales’ hasta el ‘Homo sapiens’ actual, me hace sentir que vivo un sueño.
Llega el agua de lluvia que esperamos, la vemos caer de los tejados y correr lentamente sobre las calles, regando los jardines y los árboles de la ciudad. También penetra en la tierra, cayendo sobre los campos y los huertos sembrados... Salen caudalosos los ríos, y entonces nuestra expresión es: ¡Bendita lluvia! Que como expresa el poeta: “Bello y bendecido es ese acto de amor: el cielo y la tierra se dan besos de agua”.
Cuando muere un árbol por abandono, por la contaminación, porque han edificado en su hábitat y lo han derribado; o lo veo arder en el bosque, yo siento orfandad, porque es algo íntimo que se me ha muerto. Como expresa el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Un árbol es nuestro contacto más íntimo con la naturaleza”.
Mirarse en el espejo de Afrodita o de Adonis es hablar del culto a la belleza, y de la exigencia para alcanzarla. De un patrón estético que es impuesto por una sociedad a la que le importan más las apariencias y sus intereses económicos que la persona y su ‘ser’.
La relación social es vital para nuestro desarrollo como ser humano. La motivación de sociabilidad nace por nuestro instinto de supervivencia y de protección. La afectividad surge, con posterioridad, de la convivencia y de la necesidad de sentirnos queridos y reconocidos. Ambas, tanto la necesidad de vivir en sociedad como las relaciones afectivas están determinadas por el miedo a vivir en soledad.
Los avances vertiginosos de la ciencia y de la tecnología exigen una gran capacidad de adaptación a la sociedad, a la cual no todas las personas están preparadas.
El poeta Carlos Pérez Torres nos presenta su nueva obra Notas al margen de la Editorial Anáfora, de veinticuatro relatos breves, donde aúna la pintura y la literatura.
El agua es fuente de vida, elixir que opera toda curación y un elemento purificador.
Yo sé que me duele la ciudad: / cuando sus pulmones se lamenta de dolor, / cuando el granizo cae maldiciendo la tierra, / cuando los árboles dejan de ser árboles, / y queda represado el río. [...] El aire no es aire, / no es aire lo que respiro”. Con estos versos el poeta manifiesta su dolor ante los problemas graves, que la ciudad padece; los cuales la hace inhabitable.