¿Vivir con satisfacción?

¿Cómo vivir satisfecho consigo mismo y con la sociedad? Pregunta que todos  nos hacemos, y cuya respuesta implica conocernos a nosotros mismos, y aprender actuar bien en la sociedad.

Quiero hablaros y centrarme, en esto último, en nuestro comportamiento en sociedad y cómo formarnos, éticamente, un buen carácter. Para ello, recurro, una vez más, a la filosofa Victoria Camps que nos habla de cómo forjar el carácter.

Argumenta la autora que el  carácter es lo que distingue a una persona de otra. Entendemos por carácter: el conjunto de cualidades y distintivos que posee la persona por influencia de la familia, de la educación, del lugar en que vive, del empeño individual o de la herencia.  Este concepto es importante porque hace responsable a cada uno de su carácter, por ello está muy relacionado con la ética y la virtud.

Una persona templada, amable, prudente, generosa, respetuosa es la que consigue adquirir las cualidades necesarias para tener un carácter propicio para llevar una vida buena, como debe ser para vivir satisfecha consigo misma y con la sociedad. Pero lo que está fallando en es la  actitud y  el comportamiento, porque de las declaraciones de los derechos humanos a su cumplimiento hay un camino que recorrer.

La autora nos invita a hacernos la pregunta: ¿A qué nos debemos enfrentar para  formar un buen carácter? La respuesta pasa por  tomar conciencia de la sociedad en la que convivimos: una sociedad de mercado, cuya economía consumista se impone y nos somete a desear mucho y quererlo todo de inmediato. Basa nuestra felicidad en esa máxima aspiración de obtener todo lo  que se desea. Pone el indicador del éxito en el poder adquisitivo que moldea nuestra forma de vivir más deseable,  pero cuya dinámica no nos lleva a cultivar las virtudes para construir una ética que haga florecer una vida buena. Se cae en ese deseo que se llama ‘mimético’, que no se somete a la reflexión sino que se justifica a sí mismo en la imitación fácil que hacen los demás; dejándose llevar por la codicia y la envidia de tener los que los otros poseen. Y con el peligro, además, de sólo buscar el reconocimiento social y no la autoestima; a este modo de actuar, Eric Fromm lo crítica como la tendencia de dar prioridad al tener sobre ‘ser’.

Y os invito a seguir reflexionando: ¿Qué hacer ante la realidad que parece incorregible? ¿Hay qué aprender a reprimir los deseos, demonizarlos?

La represión de los deseos ha sido la propuesta de las religiones que han hecho del ascetismo la guía espiritual del buen comportamiento para controlar las pasiones.

El filósofo Spinoza nos habla del deseo y piensa que no es cuestión de reprimirlo. Porque nos dice que “el deseo es la esencia misma del hombre que nos anima a perseverar en nuestro ser, a seguir viviendo” Y argumenta que el tema esté en saber discernir lo que necesitamos o de lo que no necesitamos para que nuestra potencia crezca en lugar de mermar. Para ello hay elegir bien; sometiendo los deseos a reflexión, y reconvertirlos en deseos más convenientes que nos den satisfacciones y no frustraciones.