María Zambrano y el poeta filósofo

En el pensamiento zambraniano, uno de los  objetivos  de sus escritos sobre poesía es la búsqueda de los lugares donde la palabra filosófica se despoja de lo que considera racionalismo; y pueda volver a ser la palabra primigenia religioso-poética: “¿No será posible que algún día afortunado la poesía recoja todo lo que la sabiduría sabe, todo lo que aprendió en su alejamiento y en su duda, para fijar lúcidamente y para todos su sueño?”.

Con esta actitud, María Zambrano hace una crítica a la poesía que se piensa y se define a sí misma racionalista; y no está de acuerdo con la definición que Paul Valéry hace de la poesía, quien la equipara al pensamiento. 

María Zambrano argumenta que incluso cabe un método poético, un camino para la captación de la esencia poética. Porque si la esencia es unitaria, como toda esencia ha de dejarse captar por aproximación. Pero, ¿es eso la poesía? ¿Es que su unidad no ha sido distinta de la del pensamiento y hasta ahora era indefinible? El hecho de que la poesía se sitúe paralelamente al pensamiento, hace pensar que ha dejado de ser fiel a sí misma. No puede en suma encontrarse, porque entonces se pierde.

Nos dice que poesía y  religión forma un todo indisoluble, porque depende la una de la otra, porque lo religioso es la característica que permite que la poesía no sea filosofía racionalista y abstracta, sino verdadera poesía. Inversamente, una filosofía religiosa será siempre poesía, porque está ligada a la realidad.

María Zambrano siente más proximidad por el poeta-filósofo, que reúne poesía, filosofía y religión, a diferencia del poeta-crítico. En Filosofía y poesía halla la convivencia de filosofía, poesía y religión en la mística y en Dante. En su Carta abierta a Alfonso Reyes sobre Goethe reprocha a Goethe su pluralidad de almas, su reticencia a dejarse raptar por los dioses y su falta de piedad. Propone la figura de poeta-filósofo que ve en Nietzsche y Hölderlin frente a Goethe.

Y es en autores españoles como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Emilio Prados, José Bergamín y José Antonio Valente... donde ve realizada su idea de poeta-filósofo.

Unamuno como poeta-filósofo une poesía y religión con la  filosofía menos racionalista, la tragedia y el fracaso. Uno de los ejemplos de ese abrazo trágico entre razón (lo filosófico) y sentimiento (lo poético) lo describe en su obra Del sentimiento trágico de la vida: “Mas he aquí que en el fondo del abismo se encuentra la desesperación sentimental y volitiva y el escepticismo racional frente a frente, y se abrazan como hermanos. Y va a ser ese abrazo, un abrazo trágico; es decir, entrañablemente amoroso, donde va a brotar manantial de vida, de una vida seria y terrible”.

En Antonio Machado, María Zambrano valora su aspecto estético como inclinación hacia lo ético. Su pensamiento poético acoge la heterogeneidad del mundo, frente a la abstracción del pensamiento científico. Esta noción de saber heterogéneo frente al racional, lo vemos en los escritos de Juan de Mairena.

Para María Zambrano Antonio Machado es un pensador a imagen y semejanza de la divinidad, con una metafísica de poeta comparable a Nietzsche, Hölderlin y Novalis. Esta concepción del pensamiento divino lo recoge María Zambrano en su obra El hombre y lo divino.

De Emilio Prados, con quien María Zambrano mantiene correspondencia,  confiesa en sus cartas la honda huella que deja la poesía de Emilio Prados en su pensamiento. Que es una poesía que nace de una filosofía consustancial, porque está siempre en el seno de la poesía misma. Frente al pensamiento racional, el pensamiento de Emilio Prados ayuda a nacer la poesía. En el texto dedicado a Emilio Prados Pensamiento y filosofía en Emilio Prados dice que Emilio Prados estudia filosofía tras haber nacido a la poesía, a la cual llegó virgen de aficiones. Esta virginidad del racionalismo lo convierte en un verdadero poeta filósofo.  Y que la filosofía amenaza con vaciar a los hombres de su fondo oscuro, pero en Prados hay una huida del concepto, una quietud, un ensimismamiento, una sensibilidad ante lo mismo y lo concreto. Su poesía la compara y la considera como una experiencia mística, cuya característica es unir vida y muerte.

De José Bergamín considera la unión de filosofía, poesía y religión. Y lo compara con Ortega y Gasset  y dice: Ortega y Bergamín son las dos caras del ‘racionalismo angustiado, patético, moderno’. Para Ortega la vida es más un proyecto con un resultado, como algo razonable y razonado. Y en Bergamín no hay preocupación ni proyecto, sino ‘temblor y cuita’ hacia la verdad. Y es la libertad de la palabra lo que le humaniza.