Opiniones y libertad de expresión

En la sociedad actual nos encontramos inmersos en una era en la que el término «políticamente correcto» ha tomado un papel predominante en nuestras vidas.

Se nos ha inculcado la idea de que debemos cuidar nuestras palabras para no ofender a nadie, lo cual ha llevado a una especie de «tiranía lingüística» en la que se censura cualquier expresión que pueda considerarse inapropiada. Sobre todo, cuando eres un «personaje público» o te dedicas al mundo de la política, te están vetadas ciertas palabras o expresiones. Esta imposición de lo políticamente correcto ha llevado a una «limitación en la libertad de expresión» de muchos ciudadanos sólo por pertenecer a ámbitos donde se exige un uso lingüístico más académico y severo que el del resto de la población. Nos vemos obligados a «autocensurarnos para no caer en el ojo crítico» de aquellos que buscan cualquier excusa para señalar una supuesta falta de respeto. Hoy es importante recordar que el lenguaje es una herramienta poderosa que puede influir en la forma en que percibimos la realidad y en la influencia que podemos tener en otras personas. Sin embargo, esto no significa que debamos ser controlados por una serie de normas impuestas por una mayoría que busca imponer su visión del mundo, recortando nuestra libertad de expresión por pertenecer a un ámbito que debe ser reflejo de «una sociedad hipócrita que esconde los lodos existentes en ella». La «tiranía» de lo políticamente correcto pone en riesgo la libertad de expresión de los ciudadanos, y nos encontramos en un momento en el que cada vez es más difícil expresar nuestras opiniones sin temor a ser juzgados. Debemos defender nuestra libertad, pero sin caer en la ordinariez chabacana de aquellos que hacen del insulto y la grosería una forma de destacar ante el resto con intereses personales «de perro de presa del amo de turno».