Palabras de destrucción masiva
Estamos asistiendo desde hace tiempo a un incremento exponencial de la violencia verbal en muchos de nuestros políticos.
Estamos asistiendo desde hace tiempo a un incremento exponencial de la violencia verbal en muchos de nuestros políticos.
La música es para mí esa dosis diaria de felicidad, la banda sonora del día a día, de los momentos vividos, de la vida. En fin, uno de los motores de mi existencia.
Me encontraba el otro día comprando en un comercio de la zona en la que vivo y, justo delante de mí, había una señora que, con una sonrisa, me cedió el turno porque vio que tenía mi coche muy mal colocado y solo iba a recoger un encargo.
Un vecino mío me dijo hace unos días que estaba esperando a que un e-mail le llegara on line al PC y al smartphone.
En el contexto actual de la política de este país, la ignorancia voluntaria de la realidad es lo que mueve los hilos políticos y no hay búsqueda de la verdad, que casi siempre está cerca aunque un poco escondida, sino que vivimos en una época de interpretación, donde no importan los hechos, sino el efecto que causan las cosas que decimos: unas alas al disimulo, al engaño, a la mentira, a la impostura.
En una ocasión, una compañera de trabajo me recogió en su coche para ir juntos a una reunión. Le sugerí que pusiera algo de música para amenizar el trayecto.
¡Hace calor, hace calor! Así cantaban Los Rodríguez hace unos años. Me viene esta canción a la cabeza debido a las sucesivas olas de calor que estamos padeciendo y que se han convertido en protagonistas indeseables de tertulias, informativos y conversaciones de barra de bar.
Hace tiempo, en un curso de formación, uno de los asistentes era un hombre bien vestido, alto, guapo y con apariencia de ser una persona educada y de buena posición.
Soy de los que piensan que a la vida hay que mirarla a través del parabrisas, no del espejo retrovisor.