La música en general y la guitarra en particular siempre han sido mi refugio. En las cuerdas de la guitarra encuentro un lenguaje para cada emoción: pena, dolor, aflicción, amor, redención… Y les aseguro que nunca miente, solo dice la verdad a través de la música.
Cuarto capítulo de la saga sobre el jazz que nos trae Jesús Aranda
Tengo un amigo con el que, en nuestras conversaciones sobre lo humano y lo divino, pretendemos arreglar el mundo.
Decía el escritor, guionista y director de cine estadounidense Paul Auster (Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006) que el arte y la cultura no van a transformar de inmediato la sociedad, ni van a solucionar los graves problemas que sufrimos, porque su función es más de tipo espiritual, de abrir las mentes y los corazones de las personas a las vastas posibilidades de la vida humana. Por eso, añadía, “son indispensables”.
Hace algún tiempo me contaron el siguiente chiste: estaba la mujer piloto de un avión comercial que hacía la ruta Madrid-Valencia hablando con su copiloto en los siguientes términos:
Cuando era niño y podía disfrutar de mis abuelos, tuve siempre la sensación de que eran personas dulces, cariñosas y que aparentaban ser felices, a pesar de algunos inconvenientes de la época.