lunes, 29 de abril de 2024 00:01h.
Salvador Gutiérrez
Salvador Gutiérrez
Opinión

Huérfanos de periodismo

Los periódicos están  perdiendo los papeles. Dicho esto, claro está, en un doble sentido: en el de que lo digital ha venido, drásticamente, a sustituir a la realidad material de la tinta y el papel, y en el de que aquéllos andan un...
Opinión

Las vacaciones de Cifuentes

Agosto. Paréntesis. Vacacional y vocacional. Espacio en blanco. Donde el tiempo se pierde sin sentimientos de culpa. Cuando no hay que hacer nada y no hay nada que hacer. Agosto: breve despiste de la maldición bíblica. Millones de españoles se...
Opinión

Pollos congelados

Niños y niñas de todas las edades y adolescentes de edad indeterminada -algunos traspasaban con generosidad la treintena- corrían de un lado para otro, eufóricos, persiguiendo a los youtubers de moda, a los creadores de sus videojuegos favoritos,...
Opinión

Defecando en Pompeya

El verano es esa época apacible en la que parece que no ocurre nada; en la que sólo asistimos, de manera somnolienta, a la con­templación de sobremesa del Tour de Francia; en la que los periódicos y los informativos de televisión se...
Opinión

Tarsicio y la simultaneidad

Lo profundo busca la máscara, decía Nietzsche. ¿Son máscaras o son rostros lo que Alberto Tarsicio ha estampado en la caverna del Museo de Nerja? En todo caso, máscaras o rostros, la profundidad asoma por el espacio en penumbra de la sala.

Opinión

Fiebre

Tengo fiebre. En los últimos días una especie de virus ha hackeado mi sistema informático y me ha inundado el cuerpo de pun­zadas, tos y mocos. Tengo el software do­lorido y embotado. Casi igual que miles de ordenadores del ancho mundo, víctimas, esta semana, de un siniestro ciberataque. Es, en los momentos de cualquier enfermedad, cuando somos conscientes de que en esta vida estamos cogidos con pinzas; de que cualquier resfriado nos puede dar el pasaporte para la otra dimensión sin apenas darnos cuenta. 

Opinión

Pepe Casamayor

En un mundo en el que quien no llora no mama; en un mundo en el que -cada vez más- actuamos como empresarios de nosotros mismos y nos empecinamos en vendernos a los demás continuamente, se agradece, como bendita agua de mayo, la presencia de esos escasos seres que van por la vida con orden y con concierto, sin alharacas, sin estridencias, a pecho descubierto y sin taimadas cartas debajo de la manga. Son individuos por lo general silenciosos, humildes, prudentes, con pocas ganas de destacar ni de sobresalir sobre nada ni sobre nadie; individuos que ni venden ni se venden; que no buscarán la foto fácil ni las falsas influencias ni los vacuos protagonismos ni el apoyo y el arropo -siempre falaz- de los poderosos.

Opinión

El inadaptado

Llevo años intentado decir, en artículos y en escritos varios, lo que le leí el otro día, en una entrevista, al humorista Juan Carlos Ortega: “Echo de menos que el humor se atreva con la nueva corrección política, porque la gente que se de­clara políticamente incorrecta, se refiere a cosas de hace cuarenta años. Pe­ro la incorrección política ahora está en otro sitio: te metes con los grafitis y, bum, te machacan, por ejemplo. Yo reac­­ciono contra la unanimidad: cuando escucho a Artur Mas quiero ser es­pañol, cuando veo una unanimidad de izquierdas quiero ser un poco conservador, o sea, que soy un inadaptado”.