Falle el golpista Antonio Tejero, de capitán de la Guardia Civil en Vélez-Málaga a residente en Torre del Mar
El malagueño nacido en Alhaurín el Grande se despide dejando un legado de controversia, pero también de raíces profundas en la Axarquía malagueña, donde forjó parte de su carrera y encontró refugio en sus últimos años

Antonio Tejero Molina, el exteniente coronel de la Guardia Civil cuya imagen con tricornio y pistola en mano se grabó a fuego en la memoria colectiva de España, ha fallecido este jueves a los 93 años en Valencia. Su muerte, ocurrida en el domicilio de uno de sus hijos tras un estado crítico que se prolongó durante horas, cierra un capítulo de la historia reciente del país. Rodeado de su familia y habiendo recibido la extremaunción de manos de su hijo sacerdote, Ramón Tejero, el malagueño nacido en Alhaurín el Grande se despide dejando un legado de controversia, pero también de raíces profundas en la Axarquía malagueña, donde forjó parte de su carrera y encontró refugio en sus últimos años. Tejero, protagonista indiscutible del fallido golpe de Estado del 23-F, expiró en la capital levantina, donde se había mudado en los últimos tiempos tras la muerte de su esposa, Carmen Díez Pereira, en 2022.
Sin embargo, su conexión con la Costa del Sol no puede ignorarse: durante décadas, Torre del Mar fue su hogar discreto y apacible, un rincón mediterráneo que contrastaba con la tormenta política que desató en 1981. Vecinos y conocidos de la zona lo recuerdan como un hombre huraño pero metódico, que paseaba por la playa y frecuentaba el Club Náutico, lejos de los focos que lo convirtieron en símbolo de la resistencia ultraconservadora a la Transición.
La trayectoria de Tejero está inextricablemente ligada a Málaga, tierra de su nacimiento el 30 de abril de 1932 en Alhaurín el Grande. Ingresó en la Guardia Civil a los 19 años, formándose en la Academia General Militar de Zaragoza. En diciembre de 1955 ascendió a teniente y su primer destino fue Manresa (Barcelona), donde permaneció tres años. Pero fue en 1958, con su promoción a capitán, cuando su camino se cruzó de forma decisiva con Vélez-Málaga, cabecera del corazón agrícola de la Axarquía.
Como capitán de la Guardia Civil en Vélez-Málaga, Tejero comandó una compañía en una época de posguerra marcada por la represión y la vigilancia rural. La Axarquía, con sus olivares y viñedos, era un territorio de contrastes: por un lado, la pobreza endémica que impulsaba migraciones masivas hacia el norte industrial; por el otro, focos de resistencia antifranquista que la Benemérita controlaba con mano dura. Fuentes locales consultadas por este medio recuerdan su paso como "firme pero justo", un oficial que aplicaba la ley con disciplina castrense en un contexto de control social estricto.
De Vélez-Málaga, su destino se extendió a La Cañiza (Pontevedra) y Las Palmas de Gran Canaria, antes de ascender a teniente coronel en 1974 y ser enviado al País Vasco, epicentro del terrorismo de ETA.
Allí, sus choques con la jerarquía –incluidas tres detenciones por desobediencia– prefiguraron su deriva golpista. Ya en 1978, participó en la frustrada Operación Galaxia, una trama para derrocar al Gobierno de Adolfo Suárez, por la que cumplió siete meses de prisión. Pero Málaga nunca lo abandonó del todo: tras su liberación en 1996, tras 15 años entre rejas por el 23-F, Tejero eligió Torre del Mar como retiro dorado, con su paseo marítimo y su bullicio turístico, se convirtió en el santuario de Tejero durante más de dos décadas. Alquiló un apartamento en primera línea de playa, desde donde bajaba cada mañana a tomar el sol y navegar en una pequeña barca de cuatro metros que guardaba en los bajos del edificio.
"Vivía como un jubilado cualquiera: buen pescaíto frito en la Caleta de Vélez, verduras de la Axarquía y mesas reservadas en el Náutico con la familia", evoca un vecino que lo vio de cerca. Su rutina era "militarmente metódica": escapadas ocasionales a Madrid, pero siempre regresando al Mediterráneo, tierra natal que le era "familiar" por su paso previo como capitán en Vélez.
En Torre del Mar, lejos del ruido, Tejero cultivó un perfil bajo. Se dedicó a la pintura –una afición que lo absorbía en silencio– y evitó los grandes titulares, salvo excepciones polémicas: en 2006 criticó el Estatut catalán, y en 2012 denunció a Artur Mas por sedición.
Su última aparición pública fue en 2019, en la reinhumación de Franco en El Pardo, donde fue aclamado con gritos de "¡Viva Tejero!".
La muerte de su esposa en 2022 lo golpeó duro, impulsándolo a mudarse a Valencia con uno de sus seis hijos –tres varones y tres mujeres, varios de los cuales siguieron la tradición castrense–.
La familia, que rectificó esta mañana informaciones prematuras sobre su óbito, ha optado por un adiós privado en Valencia, sin homenajes públicos.
Ecos del golpe
Un grito que detuvo España el olvida el 23 de febrero de 1981. A las 18:23 horas, durante la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno, Tejero irrumpió en el Congreso con 200 guardias civiles armados. "¡Quieto todo el mundo!", gritó pistola en mano, disparando al techo y obligando a diputados y ministros a tirarse al suelo durante 18 horas de tensión nacional.
El golpe, que buscaba frenar la democracia posfranquista, fracasó gracias al rey Juan Carlos I y la movilización civil. Condenado a 30 años por rebelión militar –de los que cumplió 15 en Alcalá de Henares–, Tejero fue expulsado de la Guardia Civil y fundó un efímero partido ultraderechista que apenas rozó el 0,14% en las urnas.