Vivienda y salud mental en Málaga: cuando no tener hogar pasa factura
La crisis de la vivienda en Málaga no solo se traduce en precios disparados y demanda insatisfecha, sino también en un profundo coste emocional para muchas personas que sigue creciendo cada año. Expertos en salud mental y entidades sociales alertan de que la precariedad habitacional alimenta la ansiedad, la exclusión y la vulnerabilidad psicológica.
La psicóloga Belén Guerrero Cuevas, directora de la clínica Solmind en La Malagueta, y coordinadora de la sección clínica del Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental (COPAO), denuncia un aumento alarmante en la demanda: «Se han triplicado las consultas a nivel psicológico y psiquiátrico», afirma en una entrevista reciente en La Opinión de Málaga. Según su experiencia, muchos pacientes están «desbordados a nivel emocional» por una ansiedad que no es solo residual tras la pandemia, sino relacionada con su día a día: insomnio, irritabilidad, vacío interior.
Para el psiquiatra José Miguel Pena, en el mismo periódico antes reseñado, secretario general del Colegio de Médicos de Málaga, la situación exige una formación ampliada en salud mental entre los médicos de atención primaria. Este curso Actualización en trastornos de salud mental para la práctica clínica, impartido por la institución médica local, responde a la creciente prevalencia de ansiedad, depresión y otros trastornos graves entre sus pacientes.
Además, según publicaba Europa Press, Afenes Málaga, asociación de familiares de personas con problemas de salud mental, ha puesto en marcha un espacio social comunitario, denominado La Mariscal, para reducir hospitalizaciones en fines de semana y ofrecer acompañamiento real. Es decir: no basta con la atención médica formal, también se necesitan redes de apoyo comunitario cuando la vivienda es precaria.
Datos locales que revelan una crisis habitacional con impacto social
Como recogía Málaga Hoy de Cáritas Diocesana de Málaga, el 44 % de las personas que atienden tiene serias dificultades para pagar su vivienda.
En materia más estructural, CCOO Málaga denunciaba en Europa Press que la vivienda asequible es ya «un problema estructural y de emergencia social» en la ciudad. Su secretario general, Fernando Muñoz Cubillo, subraya que tener trabajo no garantiza acceder a una vivienda digna: «estos factores… están afectando a su salud mental».
El fenómeno del sinhogarismo también ha sido documentado por investigadores de la Universidad de Málaga: un estudio reciente, publicado en Redalyc, analizó las condiciones de vida nocturna de personas sin hogar en el centro de la ciudad, mostrando la precariedad y la exclusión que viven muchas noches.
Modelos que responden: vivienda como intervención terapéutica
Frente a este escenario adverso, algunas iniciativas locales ya apuntan a cómo la vivienda puede ser parte de la solución para la salud mental. Un ejemplo claro: los pisos tutelados que gestiona la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en Málaga. Estos alojamientos, con personal asistencial 24 h, están diseñados para personas con enfermedad mental grave que ya han alcanzado cierta estabilidad. «Para ellos, es su casa y su hogar», explica Laura Gutiérrez, coordinadora del programa a El Español, que destaca la importancia de ese espacio seguro para «ganar autonomía, intimidad y redes sociales».
Por qué no es solo un problema individual
Los expertos coinciden en que no basta con un enfoque médico para abordar la salud mental vinculada a la vivienda. La precariedad habitacional es también un problema social y estructural:
1. Exclusión social y pobreza: la falta de vivienda accesible contribuye a la pobreza, según denuncian colectivos de lucha contra la exclusión social, lo que agrava la vulnerabilidad mental en Málaga Hoy.
2. Redes comunitarias como soporte: iniciativas como las de Afenes muestran que un espacio de convivencia puede prevenir crisis psiquiátricas cuando el sistema sanitario no da abasto.
3. Vivienda terapéutica: los pisos tutelados demuestran que un hogar no es solo un lugar físico, sino un recurso terapéutico. Proporcionan estabilidad, dignidad y acompañamiento constante, fundamentales para la recuperación.
Conclusión y llamada a la acción
La evidencia recogida en Málaga sugiere un vínculo claro entre la crisis de la vivienda y un deterioro en la salud mental: más consultas, más personas sin hogar, más ansiedad por pagar.
Por eso, expertos y entidades insisten en soluciones concretas:
Políticas públicas que garanticen vivienda asequible: no solo para evitar desahucios, sino para prevenir el sufrimiento emocional.
Inversión en vivienda social terapéutica, como los pisos tutelados, que combinan hogar y atención.
Refuerzo de redes comunitarias y apoyo social, para que quienes sufren salud mental precaria no se enfrenten solos al día a día.
Formación continua en salud mental para profesionales sanitarios, para que puedan identificar y tratar mejor el malestar relacionado con la vivienda.
Para Málaga, la vivienda no puede ser solo un bien económico: debe considerarse también un pilar de salud pública. No se trata solo de construir más casas, o generar campañas de salud mental para la reducción del consumo de benzodiacepina en la población, ni tratar leyes de exclusión social parciales…, sino de construir esperanza en la promesa de un futuro en el que los malagueños puedan acceder a una vivienda digna.