viernes, 26 de abril de 2024 00:02h.

Sus pinceladas, agua de mar

Columna de José Marcelo

En memoria de Francisco Gombaau

“Él era de esos seres paridos por la mar. El agua salada corría por sus venas. La luz del Mediterráneo habitaba tan dentro de él que le cegaba el alma. Sus pinceladas eran agua de mar; así lo requerían sus acuarelas. El pincel lo golpeaba con la firmeza y con el dominio que le caracterizaba. Se sentía a gusto al develar el misterio de la mirada de la luz mediterránea. Derrochaba luz, pero la sombra tenue envolvía la composición de sus obras, de manera tan acertada, que quedaba en su justa medida. Surgía el aire en el paisaje, se respiraba... El paisaje estaba vivo, porque se sentía oír el latir de su corazón”.

Esta cita, que ahora reescribo en pasado, se refiere a Francisco Gombau Blanchandel que nació 07/02/1949 en Vinarós (Castellón), a la orilla del mar. Que ha fallecido el 20/01/2022.

Un golpe de olas le arribó al puerto de Caleta de Vélez. Le veía ganándose su sustento como ‘sotarrae’ (persona cuyo oficio es arreglar las redes). Pero su vocación artística se manifiesta y nos muestra sus acuarelas en una exposición realizada desde el 15 al 27 de abril del año 2000, en la sala Casa Larios de la Tenencia de Alcaldía de Torre del Mar. Que, en esta fecha, le dediqué el comentario en el catálogo de presentación de sus obras, al cual pertenece la expresada cita. Se quedó a vivir entre nosotros. Siendo prolífico en exposiciones, cuya presencia alternaba entre su pueblo natal y la Axarquía, y siempre influenciado por la querencia de la luz mediterránea, las faenas del mar, su paisaje... 

En marzo de 2017 me sorprendió con una exposición que denominó La luz del Mediterráneo en la Axarquía y en el Baux Maestrat, donde mostraba el paisaje me­­­­­­di­terráneo desde su pueblo natal Vinarós hasta la Axarquía. Eran obras de madurez. En ellas, la luz penetraba en el agua. El agua se convertía en espejo para reflejar el alma del paisaje. Lo hacía dejando su melancolía, con objeto de atrapar los instantes de ánimo. Cuyos instantes se transfiguraban en miradas de luz.

Recuerdo que le pregunté: “Y la mar, el mundo de la mar, Francisco, ¿por qué quieres atraparlo? Él me contestó: no, nunca se puede atrapar la mar. Sólo se la siente”. Porque él era consciente de la fugacidad de la vida. Me decía también que el ánimo lo es todo. Que lo único que podía atrapar con sus pinceladas eran las sensaciones. 

Ahora me basta con contemplar sus obras para comprender que se vive sólo unos instantes. ¡Qué grande es el arte humano cuando deja reflejado esos instantes de vida, esas sensaciones! Sentir cómo camina todo hacia la ‘Nada’ creadora.

Me duele su ausencia, la del amigo Francisco. Pero sus obras me confortaran siempre. Le tendré presente mientras la vida y la memoria me dejen. Cuando me acerque al mar, la mar me recordará su persona. Y pensaré en el testamento del poeta: “Todo lo que soy/ la mar se lo trague. / Lego las olas/ incesantes/ como pensamientos/ eternos”. Entonces la mar y yo hablaremos en silencio de la vida, de los soñadores que amaron y aman la mar.