martes, 30 de abril de 2024 15:35h.

Procesión marina

En el verano de 1967 publiqué mi primer artículo en prensa. Tenía entonces 19 años. Y eran 19 años de los de antes. Es decir, aquella época, por mucho que nos empeñemos en decir que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, no era mejor que el presente. 

Teníamos menos medios, no había ordenadores, no existía internet ni, por tanto, correo electrónico. Escribíamos en máquinas de escribir, utilizando papel de calco, y procurando no equivocarnos, porque los errores no tenían solución. Una vez pasado a limpio el artículo, había que mandarlo por correo ordinario, y esperar a ver, si el director, o el redactor de turno, aceptaba el escrito y lo incluía en una de las páginas del periódico. Pues bien, ese primer artículo que vio la luz se llamaba Procesión Marina, y contaba mis impresiones juveniles sobre la procesión de la Virgen del Carmen, patrona de Torre del Mar, de aquel 1967. Fue en el diario Sur y lo firmaba con uno de los dos pseudónimos que utilicé muchas veces en mis años mozos -ante el rubor de ser reconocido por familiares y amigos-. Ese primer pseudónimo fue un rimbombante Luis Carlos Nova, que, al año siguiente, cambié por Luis Nuevo, el utilizado reiteradamente en el diario Sol de España, hasta que, finalmente, y por presiones de mi amigo -y en algunas cosas maestro- el doctor don Jesús Flores González, comencé a firmar con mi propio nombre. 

Hoy, a las puertas del mes en que se celebra la festividad de la Virgen del Carmen, y más de medio siglo después de su aparición -incluso a pesar del rubor que pueda producirme la inexperiencia y juventud de entonces- voy a reproducir aquel artículo inicial:

“Un clavel del racimo veleño, se puso, el día 26, más bello que nunca para ver, como todos los años, pasear sobre las aguas a la Virgen del Carmen. Torre del Mar, cuna de amores, de penas, de recuerdos y sueños, tierra parida por ese mar que besa a sus gentes, palió con su noche, que lloraba gotas brillantes, a la Madre. Lejana, tradición de esta dulce tierra, viva expresión del derroche divino, con el fervor acostumbrado, con el entusiasmo de siempre, con la ilusión de sus hijos, acarició los espíritus y enalteció los corazones. 

Ya la tarde presagiaba un acontecimiento singular. La placentera siesta veraniega fue rota antes que de costumbre, y pronto sintiose el ir y venir de chicos y mayores, de todos y a todos los rincones del bello lugar, en un vaivén inusitado. La alegría era el denominador común de todos los rostros. El anochecer, cuajado de gentes que hor­migueaban sus playas, fue, como siempre, distinto a los de todo el año. Solo la mordida luna, quedose dormida, y llegó tarde, en esta ocasión, a su cita. Los pescadores vistieron sus mejores ropas, y orgullosos, pasearon a la Virgen sobre sus hombros, sus barcas y sus corazones. No cabía más verdad, más alegría, más cariño, cuando la Virgen del Carmen, tras su recorrido por las distintas calles, se posó en la barca, presta a su anual paseo. 

Confundiéronse, entonces, los cohetes luminosos y los brillantes luceros, colmose el ambiente de un regocijo sincero y resonó en los corazones una ferviente oración. Fue amor, color y alegría. Todo lo que parecía pedir la Virgen en su bella mirada se estaba cumpliendo. Los pescadores rogaron por un año rico y mimado por Ella. Los enamorados, uniendo sus manos, la miraron felices, rogándole dichas. Los turistas y vecinos se prometieron volver. Oraron los padres por los hijos, y los torreños todos, pidiéronla protección.

Cuando la Madre salió del mar, yo la diría más contenta que antes. Besó en la mirada a su hijos, y, como dando las gracias, marchose despacio a la parroquia. Las aguas lloraron entonces. Torreños y extraños despidieron a la marinera Virgen del Carmen, y, por un rato, fue creciendo el silencio… A poco, pudriose la quietud, y el aliento fresco de las fiestas de Santiago y Santa Ana enjugó los corazones. Paseó la noche sus horas, en medio de la alegría de todos.

Cuando el olor a churros calientes anunciaba el amanecer, la luna, mordida en su faz, no intentaba ya levantar su cabeza doblada de sueño”.