En clave de sol naciente
Con el transcurrir de los años, mi oído, lejos de perder audición, se ha vuelto hondamente exigente con respecto a lo sonoro, y de manera incontestable, con la música.
Con el transcurrir de los años, mi oído, lejos de perder audición, se ha vuelto hondamente exigente con respecto a lo sonoro, y de manera incontestable, con la música.
El tan buscado y mítico eslabón perdido del periplo evolutivo, a finales del siglo XIX, se atribuyó a restos fósiles encontrados denominados pithecanthropus erectus (hombre mono erecto, en griego), después clasificado como homo erectus.
Dice el saber popular que los ángeles no tienen sexo; y eso se corrobora en sus voces, cuando cantan, porque la música no sabe de géneros ni le importa.
Chet Baker, nacido en Yale (Estado de Oklahoma, en 1929), se inició en la música con un trombón que le regaló su padre en la adolescencia, pero que cambió por una trompeta porque éste resultaba demasiado grande para él. Aunque su primer aprendizaje en música la recibió en el instituto, su formación musical fue puramente intuitiva.
Enmudecieron las voces de los niños cantores de Viena (entre otras). Hace ya algún tiempo, desde Occidente se venden rudimentos de música como quien pregona naranjas en un mercado persa: anodinas, reiterativas, vaciadas de sustancia y virtud.
Lebrijano cantaba: “Unos le rezan a Dios/ otros le rezan a Alá/ y otros se quedan callados/ que es su forma de rezar”.
Aún no es verano y ya mueren de nuevo caballos desplomados en las calles de algunas ciudades: tirando de galera transportando turistas, en Palma; en la feria de Sevilla, paseando ‘palmitos’; no digamos en romerías, o precipitados por un barranco, aterrorizados, cuando eran perseguidos por perros salvajes, en una comarca de Lérida. También los cuatro en el Grand National de Reino Unido de este año mientras competían. Más los que habrán perdido su preciosa vida sin que nadie los mencione (ni lo remedie).
La vida es un enigma, todos lo sabemos. Y aunque hay quienes presumen (alardeando con su edad) de conocer todos sus secretos, también se curvan, se pliegan, ante el decaer del tiempo y sus latidos.