sábado, 27 de abril de 2024 00:00h.

El canto de la caverna

Tom Waits.

Melodías con raíces del septentrión que penetran como canciones de cuna en las almas extenuadas. Voz cavernosa, fatigada, que recurre al último esfuerzo para poner en el aire las palabras con las que el pensamiento se empecina:

Amores improbables, en fuga constante; y gargantas que palidecen ante el filo de la navaja; los eternos miedos que distancian a los amantes o los destruyen. Canta las heridas que la vida genera y la obsesión delirante de los callejones sin salida, oscuros, con charcos de whisky rojos de sangre. Pone música a recuerdos que tal vez fueron felices; bailando bajo la lluvia mientras todos están a resguardo. En su ebriedad, lo que mejor recuerda son los perros bajo esa lluvia, en la noche oscura, pidiendo a gritos que alguien les dé un paraguas. Le canta al lado oscuro de la vida, por donde transcurre la autopista de los desahuciados, de dirección única, y sin carteles que señalen lugar alguno. Canta al mundo frustrado que nadie quiere, donde las almas peregrinan como una ‘Santa Compaña’ incorpórea buscando un Cielo inexistente y que, además, les niegan. Canta al mundo, y cada nota es una ganzúa que abre heridas escondidas en este bosque que llamamos humanidad y no forman parte de las estadísticas ni los presupuestos estatales. Canta a los olvidados, a los que mueren sin saber que se les va la vida tras cada vaso o tras cada beso, lejano. 

Canta, y cada ronca palabra con la que impregna el aire, es una oración dirigida a la inmensidad del cosmos, al no-dios;  esa inmensidad incomprensiblemente vacía que debiera estar habitada por una gran y compasiva deidad ocupada de los seres a los que la vida convierte en criaturas  vulnerables y desgraciadas. Porque el mundo, nuestro mundo (dígase una vez más), está demasiado ocupado en sus ambiciones geopolíticas y en sus codicias dinerarias. Por el error fatal y aún no admitido de que el hombre tiene todo el poder sobre el mundo, porque así fue escrito por manos anónimas y desafortunadas en una génesis interesada, de cuyas nefastas consecuencias aún somos testigos y sufridores en el presente.

Canta, y parece que quisiera arrancarle a la muerte la vida no vivida... Sacar del error a los que juzgan:  “Porque el piano ha estado bebiendo... / Es el piano el que ha estado bebiendo... / No yo... / No yo...”

Por la alusión que hago al mundo, en­tresaco unos versos de su canción Todo el mundo es ver­de, como elementos de reflexión: 

“La cara perdona al espejo. / El gusano perdona al arado./ Las preguntas piden respuestas./ Él está equilibrando un diamante / sobre una brizna de hierba. / El rocío se posará sobre nuestras tumbas / cuando todo el mundo sea verde.”

Me pregunto por qué molesta tanto el verde: la hoja de lechuga o la espinaca en el plato; la selva regeneradora; los árboles de las calles que conviven con personas... Quieren algunos  imponernos el mundo gris de la metralla y el fuego, que les parecen más rentables que el cielo limpio y cauces cristalinos generadores de música.