sábado, 27 de abril de 2024 00:00h.

Actitud ante la violencia

Presenciamos, diariamente, en los medios informativos malas noticias: corrupción por intereses económicos; injusticias sociales; guerras fratricidas que se eternizan por un poder egocéntrico, seres humanos que perecen porque quieren cruzar una frontera para alcanzar una vida mejor; toda clase de violencia, y penosamente, la de género que no se vence.

Lo triste es que dichas imágenes son tan reiterativas, que parecen normalizarse como hechos que no se pueden cambiar. 

Es lamentable que los informativos no hablen de la labor que realizan las ONGs en defensa de los derechos humanos. Porque su difusión serviría de ejemplo y de estímulo para implicarse socialmente. Pero dicha implicación exige también que las nuevas generaciones reciban una formación educativa laica, para que se planteen una visión positiva y activa de mejorar el mundo. Que como expresó el filósofo Aristóteles: “Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”.

Una educación laica que humanamente apueste por la paz. Cuyo código ético posea los valores de la verdad, la compasión, la igualdad, la libertad y la responsabilidad. Que forme los cimientos de las instituciones científicas y de gobiernos democráticos modernos. Te parecerá pretencioso, pero no es ilusorio. Porque son valores muy necesarios en este mundo globalizado.

El historiador Yuval Noah Harari expresa que el laicismo y sus valores éticos implican compromisos con ‘la verdad’, la cual se basa en la observación y en la evidencia, y no en la fe. Con la compasión’, que se sustenta en la profunda comprensión del sufrimiento; y no en la obediencia de cualquier edicto divino. En cuanto a ‘la igualdad’, las personas con una formación laica sospechan sistemáticamente de todas las jerarquías. Porque dar un trato de favor a una clase o a un género concreto, les convierte en seres insensibles, ignorantes e injustos. Mantienen, por encima de todo, sus deberes hacia la humanidad. Ejercen la ‘libertad’ para pensar, investigar y experimentar. Pero conservando esa actitud de la duda; escuchando una segunda opinión para obtener autonomía sobre la verdad. Las personas laicas valoran ‘la responsabilidad,’ y no creen en ningún dios o poder superior que se encargue del mundo castigando a los malos, recompensando a los justos y nos proteja del hambre, de las epidemias o de las guerras. De ahí que nosotros, como mortales de carne y hueso, hemos de aceptar la responsabilidad de nuestros actos.

La educación laica enseña a distinguir la verdad de las creencias; a desarrollar la compasión hacia todos los seres que sufren; apreciar la sabiduría y a pensar libremente sin temor a lo desconocido; y a ser responsables de nuestros actos y, humanamente, querer un mundo mejor. 

El sabio Confucio decía: “La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz”. Yo me rebelo, y quiero mejorar el mundo. ¿Y tú?, ¿cuál es tu actitud?