La vida color de rosa
La vida nos depara momentos para todo. Hasta en esos instantes que consideramos vacíos y que transcurren en pura monotonía, cuando menos te lo esperas, salta la liebre y ¡zas! te topas con algo que no esperabas.
La vida nos depara momentos para todo. Hasta en esos instantes que consideramos vacíos y que transcurren en pura monotonía, cuando menos te lo esperas, salta la liebre y ¡zas! te topas con algo que no esperabas.
Hablar de timos en un país donde la picaresca llegó a la cumbre como género literario y donde quien más quien menos tiene conocimiento de ciertos personajes que elevan el sablazo a arte de esgrima, dejándote, si te descuidas, la cuenta corriente en las puertas de urgencias, podría parecer una paradoja si no fuera por la frecuencia con la que últimamente saltan las alarmas ante este tipo de delitos.
Recuerdo un hecho de la que fui testigo una mañana. Entraba yo a una de las tiendas de Calle Nueva, era temprano, siempre me ha gustado salir de compras a primera hora, cuando las correderas hace poco que están levantadas y se puede caminar y comprar tranquilamente.
En esta mañana soleada y luminosa que, a puertas del invierno, y a semejanza del protagonista de La montaña mágica, me hace perder la noción del tiempo y preguntarme si las estaciones están jugando entre ellas a confundirnos.
¡Ay!, ese elemento tan escurridizo, inquilino de nubes, capaz de mutar en niebla o hielo, ese milagro químico que sorprende las madrugadas con su huella fresca, ese repiqueteo que llama a los cristales, que resuena y brilla a nuestro alrededor y hace que nos asomemos con una sonrisa a las ventanas o que salgamos a la calle como colegiales, jugando a mojarnos y no mojarnos, a pisar charcos, a meternos en el café si es que arrecia, esa alegría es el agua. Pura vida. Vivimos en el planeta del agua, aunque se llame Tierra
La risa es contagiosa; cuando se escucha una risa de verdad, es difícil no volver la cabeza para ver qué está pasando y girarnos ya dispuestos y preparados para secundarla.
Este mundo alberga otros muchos. Como muñeca rusa, basta desenroscar un poco para toparte con otra realidad que aunque parezca la misma, no lo es.
Hace poco, me comentaba una amiga que la poesía es la chica fea de la literatura, de la que todos alaban sus virtudes, pero con la que nadie quiere salir. Estaba un poco decepcionada.
Creo que, en la historia de la humanidad, no hay un objeto tan preciado y tan maltratado a la vez como el libro. Tan amado y tan perseguido.