A lo largo de nuestra historia los seres humanos hemos procurado dar una explicación al universo y encontrar un sentido a la vida.
Es posible que una de las cosas que más nos interesan y nos afectan a los seres humanos sea la vivienda, el lugar donde intensamente desenvolvemos nuestra vida. Se trata del espacio vital donde crecemos, soñamos, descansamos, comemos, amamos, y nos realizamos en los diferentes aspectos vitales.
Vuelvo a asomarme a esta ventanita de papel donde la palabra escrita vuela libre aireando noticias, emociones o pareceres de lo cotidiano, y nos acerca a la mirada crítica, casi siempre amable, del lector.
¡Ay!, ese elemento tan escurridizo, inquilino de nubes, capaz de mutar en niebla o hielo, ese milagro químico que sorprende las madrugadas con su huella fresca, ese repiqueteo que llama a los cristales, que resuena y brilla a nuestro alrededor y hace que nos asomemos con una sonrisa a las ventanas o que salgamos a la calle como colegiales, jugando a mojarnos y no mojarnos, a pisar charcos, a meternos en el café si es que arrecia, esa alegría es el agua. Pura vida. Vivimos en el planeta del agua, aunque se llame Tierra
Suena en nuestra cocina una banda interpretando jazz, que contiene esa sustancia que algunos llaman swing. Cuando te quieres dar cuenta, la mano del mortero está haciendo el majado con ese ritmo. Forma parte de la alquimia con que las manos están elaborando el guiso sobre el fuego.
Texto: Antoine Dole
Ilustración: Bruno Salamone
Editorial Algar
ISBN: 9788491426240
235 x 300 mm, 32 páginas
Tapa dura, 16,95 €
(+ 4 años) 2023.
Estoy llegando a un punto en que me cansa, me satura, me descorazona, tener que discutir con alguien sobre asuntos que deberían estar claros y que no necesitan la menor argumentación, independientemente de que por motivos ideológicos, religiosos, económicos o de cualquier otra índole, no nos guste lo que, de entrada, parece evidente.
Terminado el verano, y con él las vacaciones, nos vamos preparando para la vuelta a la rutina, después de intentar huir de ella durante el periodo estival.
La risa es contagiosa; cuando se escucha una risa de verdad, es difícil no volver la cabeza para ver qué está pasando y girarnos ya dispuestos y preparados para secundarla.
Son incontables las veces que se nos ha dicho que el Arte es el puente que une nuestro mundo humano con la trascendencia. Pero nadie hasta ahora ha desentrañado el significado o contenido de tan elevado axioma, sagrado para algunos, denostado por otros.
Vivimos en un mundo global, donde las relaciones humanas son complejas y están muy ramificadas, y ello nos dificulta poseer un verdadero sentido de la Justicia. Porque la concepción de la justicia exige mantener no sólo un conjunto de valores, sino también comprender las relaciones de millones de personas que habitan en los distintos continentes.
Groucho Marx, el genial cómico americano que triunfara en la gran pantalla durante el siglo XX, comparando los libros con la televisión, defendía algo insólito y edificante: “Encuentro a la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro…”.
Sentada junto al mar de mis veranos, bajo la sombrilla que me presta su gratificante sombra de colores vivos, que van palideciendo, envejeciendo conmigo al sol de mañanas luminosas, ardientes, saladas y azules, que me acompañan desde siempre, me dejo llevar por la brisa marina que apenas mueve el volante de espuma que se me acerca con su relajante vaivén de ola.
Sentada junto al mar de mis veranos, bajo la sombrilla que me presta su gratificante sombra de colores vivos, que van palideciendo, envejeciendo conmigo al sol de mañanas luminosas, ardientes, saladas y azules, que me acompañan desde siempre, me dejo llevar por la brisa marina que apenas mueve el volante de espuma que se me acerca con su relajante vaivén de ola.
Este mundo alberga otros muchos. Como muñeca rusa, basta desenroscar un poco para toparte con otra realidad que aunque parezca la misma, no lo es.
Solemos considerar camino iniciático a aquel que, desde un punto alejado cualquiera, tiene como destino común un ‘lugar’ al que atribuimos cualidades espirituales de índole vital.