La belleza de una fuente azul
Miro su fotografía posando en un lugar que me es cercano, que suelo visitar de vez en cuando. Está sentado entre los azules y amarillos que embellecen un banco de cerámica que invita a descansar.
Miro su fotografía posando en un lugar que me es cercano, que suelo visitar de vez en cuando. Está sentado entre los azules y amarillos que embellecen un banco de cerámica que invita a descansar.
Sonaban las campanas del convento cuando me acercaba a ella; la Plaza de las Carmelitas estaba animada, la gente disfrutaba de la placidez de la tarde charlando tranquilamente en las mesas de las cafeterías, en los bancos de madera o deambulando entre los magnolios, testigos mudos del ir y venir de la vida veleña.
Subo las empinadas calles que me llevan a la iglesia de Santa María para oír en tan hermoso templo un concierto didáctico de música andalusí.
Estuvimos con él en una entrañable reunión familiar en el pueblo de sus veranos de infancia. Junto al mar, en la arena gris de sus recuerdos, al aire y al sol de Torre del Mar, evocábamos lejanos días azules mientras disfrutábamos de la brisa marina y del pescaíto que echa de menos en EEUU, donde vive y trabaja desde hace ya muchos años.
Estaba sentada en la heladería saboreando la tarde abrileña, disfrutando el calor familiar y el sabor a verano de su helado de piñones. Encantadas de vernos, nos saludamos como siempre, con la alegría y el desenfado de dos amigas que se aprecian realmente y han compartido momentos especiales.
Fue en el callejón de San Agustín donde la oí por primera vez. Después de ver pasar el Cristo de la Agonía entre inciensos y la música de cornetas y tambores que le acompaña siempre por la estrecha calle, una música excelsa, suave, elegante y solemne llegaba meciendo a la Virgen de las Penas, que venía detrás luciendo su original manto de flores nuevas.
Siempre me han gustado los pájaros. Desde pequeña, su presencia en nuestra casa era una constante, mi hermano era un entusiasta y hábil rescatador de pajarillos desvalidos que se caían de los nidos.
Repaso la actualidad de este lunes de febrero haciendo un alto en la lectura de un nuevo libro que me está encantando. Hoy, día 20, es uno de esos tres días al año en los que se rinde homenaje al gato, ese felino de tacto sedoso, elegante, sigiloso y nada servil, que durante muchos años ha sido un fiel compañero de vida, entrañable, cariñoso...
Si te sientes sola y no estás bien, no te preocupes, es la hora del blues... Lo dice, cantando en el papel, Jesús Aranda, en su libro Palabras Hechas, una recopilación de canciones y poemas que sale al aire al amparo de la hermosa colección Poemarios, de Libros de la Axarquía
Escribo con ella precisamente hoy, que se celebra el Día de la Escritura a Mano, un día que pretende concienciarnos de lo importante que es, en este tiempo de tecnologías tan avanzadas, no perder el hermoso hábito de escribir a mano, con lápiz, con bolígrafo, con pluma.