Un átomo de recuerdo
Un solo fotograma, un relámpago, un flash en el más recóndito rincón de la memoria, tal vez un imperceptible Big Bang del que surge el ser.
Un solo fotograma, un relámpago, un flash en el más recóndito rincón de la memoria, tal vez un imperceptible Big Bang del que surge el ser.
Llamas serenas en el hogar templando la quietud de una tarde de enero. Lanzas incandescentes en pos de las alturas, inútilmente, al son de un adagio de Rachmaninoff, concedido a un oyente en la radio, que cuenta cómo esta música la sintió como un portal que se le abría a una nueva dimensión; y que entonces provocó el empañamiento de sus ojos.
Un susurro materno dirigido al morador de su vientre que aguarda el instante de pertenecer al mundo.
Se le ve el plumero al pavo real cuando exhibe su plumaje y alardea de colores irisados. No es contemplación para nuestros ojos, sino para las hembras de su especie; eso dicen.
Lleva en su nombre la flor y el vino. Y en la flor, el color que representa a las mujeres creadoras. Alberga en el alma la poética rural del pueblo oprimido que simultanea el amor y la alegría, y el desahucio prematuro por haber nacido en tierras de generosa riqueza natural, nativa, otorgada; y eternamente saqueada.
Soy.
Me sé de un mundo de sombras revestidas de carne, de gestos, de sonrisas que cautivan o de lágrimas que estremecen... que por un instante brevísimo, me muestran el poderoso atributo de la existencia: el ser, el soy, sin más dios que la consciencia; sin más verdad que la instantánea visión de pertenencia a una partitura no escrita, con sonido propio; una nota singular que armoniza con otras notas: la incomprensible singularidad de la Música -con mayúscula-, porque es la amalgama que une todas las partículas que constituyen el cosmos, aunque aún no lo comprendamos.
Es común que queramos tener razón; que nos la den; que nos asista siempre la razón, como si se tratase de un aliado esotérico con el que nos sentimos protegidos y que suelen llamar ángel custodio.
En una entrevista reciente, el cantautor asturiano Víctor Manuel concluía con esta reflexión: “La mejor música es la brasileña. Lo tiene todo”.
Palabras de Italo Calvino: “Los actos de nuestra vida ya están clasificados, juzgados y comentados incluso antes de producirse. Vivimos en un mundo en el que todo ha sido ya leído antes incluso de empezar a existir”.
En 1996, el grupo de rock sinfónico Camel, compuso Harbour of tears (algunos lo traducen como El puerto del llanto).