viernes, 19 de abril de 2024 21:14h.

Las inclemencias de 1881

Artículo de Francisco Montoro

El año de 1881 queda para la historia de la Axarquía como un año de tristezas, de dificultades excepcionales. Parece que la naturaleza se conflagró aquel año contra los de aquí poniendo en marcha todos los mecanismos meteorológicos con una simultaneidad sorprendente. Lluvias, granizos, vendavales, desbordamientos... 

Como nunca se había conocido por este oriente malagueño. Los ríos de la comarca y, especialmente el Vélez, tuvieron crecidas espectaculares, no recordadas iguales por los ancianos del lugar.

Parece que la causa de todo fueron las lluvias continuadas. Las aguas ocasionaron innumerables perjuicios por doquier, dejando sin trabajo a centenares de braceros y en la más completa ruina e indigencia a muchas familias.

En la primavera se produce un temporal de agua y vientos que llega a devastar gran parte de la arboleda de nuestro entorno. Una fuerte granizada y el desbordamiento del río van a completar el cuadro más desolador. El periódico El Liberal, del 13 de abril, dice en un apartado titulado ‘Desde Vélez-Málaga’ lo siguiente:

“…Después de las continuadas lluvias que hemos sufrido durante muchos días, y que han ocasionado innumerables perjuicios, imposibilitando a la clase obrera para continuar sus labores, un imponente ciclón a su paso ha devastado gran parte de la arboleda que poblaba estas fértiles campiñas: como si esto no fuera bastante, la misma noche en que se sintió tan terrible huracán, una fuerte granizada ha destruido todo terreno sembrado, siendo completa la pérdida de nuestros viñedos…”.
En el mismo artículo, al referirse a las consecuencias económicas de la calamidad se aclara a los lectores lo acontecido:

“...La vega que fertiliza este río ha sido en una gran parte también destruida, no conociéndose ni rastro de las propiedades particulares después del paso de las aguas.

El pánico fue grande en los primeros momentos, pero mayor es aún hoy que se conoce el alcance del mal y que se encuentran sin trabajo centenares de braceros y sin albergues familias enteras…”. 

El autor del escrito es el joven abogado veleño don Antonio de la Cruz Herrera, que tiene especial cuidado al referirse al desbordamiento del río, lo que hace de la siguiente manera:

“…El desbordamiento del río ha sido tal, que los más ancianos aseguran no haber visto nunca sus aguas elevadas a tan considerable altura, siendo muchas las casas arruinadas en la impetuosidad de su corriente y no pocas las desgracias personales ocurridas en medio del siniestro...”.

Precisamente al hablar del desbordamiento del río Vélez, y en tales términos, nos recuerda la referencia que una famosa viajera del siglo XVII, Madame D’Aulnoy, en su libro Relación del viaje de España (1679), nos hace de un hecho ocurrido en Vélez-Málaga dos siglos antes, y que recoge en su libro con palabras tan elocuentes como ‘fantásticas’:

“... En Vélez-Málaga la tierra se abrió, tragándose un río que por allí cerca pasaba, y después, con estrépito infernal, escupió las aguas a una altura diez veces superior a las casas, que, al caer, hundió casi por completo...”.

Y estaba refiriéndose al terremoto ocurrido entre las seis y las siete de la mañana del 9 de octubre de 1679 y que, aunque se sintió en todo el país, afectó de un modo especial a la provincia de Málaga.