Las calles son las venas y las arterias de los espacios urbanos, los canales sensibles por donde circulan las personas, los vehículos, las vivencias y las ideas que se mueven a nuestro alrededor… ¡Ellas son, a no dudar, las que más saben de la historia real del cada día!... Los que vivimos en las ciudades, a veces, desconocemos que el espacio que va entre edificios y solares a ambos lados, además de vehículos y personas, transportan por el subsuelo las redes indispensables de alcantarillado, agua, gas, telecomunicaciones…

La calle es un espacio público que actúa de camino para unir distintos sitios de la población, y se convierte en un verdadero soporte de la vida ciudadana (ir a casa, al trabajo, a la escuela…) que cobra valor en variadísimas actividades sociales y públicas (procesiones, manifestaciones, desfiles…) y acogen ferias, mercadillos, fiestas populares…, resultando sostén indispensable para el “paseo”, el “juego infantil”, el “comercio” y el conjunto de los servicios urbanos.

Las calles son testigos de nuestra historia. Junto a las dimensiones longitudinales y las infraestructuras asociadas, nos acompaña a los ciudadanos con un mobiliario que resulta “familiar” (farolas, árboles, bancos…) y una colección de usos de primera magnitud: comercio, información, arte, cultura… ¡todo un escenario que define nuestra manera y forma de vivir!

Pero las calles, además, tienen historia. Cuándo se forma, cómo se le llama, para qué surge, quién vive allí… Las calles se identifican con sus habitantes y les confieren una cierta idiosincrasia