viernes, 19 de abril de 2024 20:55h.
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Opinión

Camelamos naquerar

El grupo ‘La Cuadra’ dio el pistoletazo de salida, a caballo del ‘Mayo francés’, con Quejío, dirigido por Salvador Távora. Una sobria dramaturgia flamenca (¿auto sacramental?) sobre los vulgares tópicos del flamenco ‘turístico’ de finales de los sesenta, que hizo las delicias de los intelectuales (con José Monleón al frente) y la izquierda francesa que ‘nos’ la confirmó como obra de culto. Y que yo tuve la ocasión de verlo representado sobre las tablas en el Madrid de principios de los setenta.  
Era la avanzadilla experimental (¿libertaria?), estética y escenográfica, del tardofranquismo que, ya en los inicios de la Transición, tomó cuerpo como grito específicamente gitano, con su voz jonda denunciando la situación de injusticia de su pueblo, a través de las pragmáticas reales desde los Reyes Católicos, en la obra teatral de José Heredia Maya, Camelamos naquerar. “Propuesta para una danza flamenca de arcángeles morenos”, se leía en el subtítulo. Una obra de rara belleza; que nuestro siempre bien recordado Miguel Alcobendas llevó al cortometraje.  Un espectáculo crudo y fuerte en la forma y en el fondo, en contraste con su Macama Jonda, de 1983, con la que el poeta granadino quiso escenificar la alegría del encuentro entre pueblos distintos, con el motivo de la boda de un joven gitano y una chiquilla marroquí de Tetuán.