jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

Pintura

Columna de Salvador Gutiérrez

Esos cuerpos amorfos, esos ropajes sin cabezas, esas telas ligeras y ventosas que cubren unos cuerpos, esas pinceladas gruesas que, sin embargo, definen sutilmente; esos troncos sarmentosos, que hablan del poder de la tierra. Qué deleite de suelo y consistencia la pintura de Paco Hernández.

El anhelo y el horizonte. Esos tonos de lilas y malvas que hablan del Oeste y del poniente. (Quien busca el ocaso no deja de buscar la futura mañana). Esos montes reales e irreales dispuestos, delicadamente, unos tras otros. Esas luces que iluminan en el interior de cortijadas deshabitadas, porque la luz y la lumbre lo son todo. Ese placer de seda de esas flores y de esos árboles. Evaristo Guerra o el mundo como debería ser.

La historia comienza recreando ese verdín y esas florecillas tímidas que nacen en los viejos tejados. Luego, la visión de las azoteas de un barrio popular y, más tarde, una feria melancólica de muñecos, fantasía, juguetes, cascarrias y carricoches. Pintar la emoción y el recuerdo: Antonio Hidalgo.

Y la belleza equilibrada, pulcra y serena, ese rompecabezas de armonía, esas composiciones increíbles y creíbles de Antonio Valdés.

Y ese universo de realidad mohosa y oxidada, esa grandeza triste en las composiciones, esa penumbra de la realidad, esos tonos terrosos de lo porvenir. Esa actualidad que huele a ser humano en las pinturas de Jurado Lorca.

Y ese trasfondo de filosofía y teología encerrado en cada lienzo. Esa simbología que intelectualiza la obra de arte. Ese Renacimiento veleño de Bonilla.

Y esa realidad invertida e intensamente lila de Gallardo. Y esos trazos milimétricos y claros de Claudio. Y esa Semana Santa transcendente, casi voladora, de José Carlos. Y esos mares mentales de Alberto. Y ese Vélez añejo e ingenuo de Fortes. Y esas caras atónitas de Lobato. Y esas atmósferas nostálgicas de Hijano. Y esa humilde naturaleza mediterránea de Casamayor.

Y ese amor por el óleo golpeado o desplazado con mimo sobre el lienzo de tantos y tantos otros.

Qué sutilezas, qué técnica, qué mundos interiores, qué imaginación, qué preciosismo, nos cuenta la pintura de esta tierra. 

Y qué poco valorada, por algunos, en los últimos años.