viernes, 29 de marzo de 2024 00:03h.

Una odisea hacia lo imposible

Artículo de Ramón Pérez

“Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad”.  La afortunada frase fue pronunciada por Neil Armstrong el 20 de julio de 1969, cuando se convirtió en el primer astronauta que dejaba su huella en la superficie lunar. Aquellas palabras fueron emitidas, con un sonido distorsionado a causa  de la enorme distancia, para una audiencia de unos 500 millones de personas, que aguardaban ansiosamente el acontecimiento ante sus aparatos de radio y pantallas de televisión. Desde entonces, nadie volvería a mirar al satélite del mismo modo.

Han pasado cincuenta años de aquella gesta, medio siglo en el que la carrera espacial ha alcanzado objetivos nunca antes soñados. Y sin embargo, el recuerdo de aquel primer alunizaje sigue asombrando, emocionando y -cómo no- suscitando controversias más o menos esperpénticas, chismes y leyendas urbanas que hablan de decorados  hollywoodienses y banderas agitadas por vientos imposibles. Tocaba hablar en serio del tema, y parece que la novela gráfica era la llamada a afrontar la misión. Si tres  fueron los héroes que subieron a bordo del Apolo XI, tres son también los autores de  una obra que reconstruye aquella aventura. Con una estética que recuerda a los clásicos de DC y Marvel en cuanto a figuras, composición, texturas y bocadillos -algo nada extraño, teniendo en cuenta que el dibujante ha militado en ambos selllos-, pero lejos de las desmesuras del cómic de superhéroes, MattFitch, Chris Baker y Mike Collins van más allá de la simple narración histórica para embarcar a los lectores en la cápsula espacial y hacerles experimentar las mismas emociones que los tripulantes del Apo­lo. Acaso se lo tomaron como el presidente John F. Ken­nedy definió en su día la conquista de la Luna: “Un reto que estamos dispuestos a aceptar, que no estamos dispuestos a posponer y que tenemos la intención de superar”.

Porque -y este es sin duda uno de los grandes aciertos de la obra- aquí se habla de historia contemporánea, de política, de astrofísica. Es, asimismo, la fotografía de  una época, de ese espíritu de los EEUU de finales de los 60 encarnado en  ese hippie con pañuelo en la frente, jeans y botas altas. Pero, sobre todo, Apolo  habla de sueños, de fantasías y de miedos. Asoman, cómo no, la carrera espacial, el fondo de la guerra de Vietnam y ese Nixon obsesionado con la idea de la gloria, que le robaría irremediablemente desde el más allá el propio Kennedy. Pero sobre todo se habla de seres humanos, de tres hombres que se lanzaron a una odisea incierta acarreando consigo el equipaje de su memoria, sus traumas, sus esperanzas y sus ambiciones.  

Una aventura deliciosamente vintage y documentada en sus más nimios detalles que reafirma la capacidad de la viñeta para servir a la divulgación científica y hacer volar la imaginación al mismo tiempo.