domingo, 28 de abril de 2024 03:15h.

Música en la cocina

Suena en nuestra cocina una banda interpretando jazz, que contiene esa sustancia que algunos llaman swing. Cuando te quieres dar cuenta, la mano del mortero está haciendo el majado con ese ritmo. Forma parte de la alquimia con que las manos están elaborando el guiso sobre el fuego.

Me vienen a la memoria ciertas escenas cinematográficas en las que Hannibal Lecter elabora en su cocina sus ‘bocados exquisitos’, y como sofisticado gourmet, se acompaña con la que, para él, es exquisita y refinada música: Fragmentos de La Flauta Mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart, o Variaciones de Goldberg (Aria),  de Johann Sebastian Bach. Música llevada al lado oscuro.

En nuestra cocina somos más de aquellos platos que ya nos dieron en la infancia y juventud, y que nos han permitido llegar a estas edades. Esos platos que ahora denominan “cocina mediterránea” y que empresas de la alimentación envasan en plástico para que no tengas que perder tu tiempo ni mancharte las manos en tu cocina. Sorprende ir de visita y ver cocinas con la apariencia de recién estrenadas.

Hoy toca cazuela de fideos, plato genuinamente malagueño y más mediterráneo que las playas de El Palo. Se ha colado el swing entre los ingredientes del aderezo, y el resultado final ha sido una experiencia de sabor y música en la grada de las papilas. Cosas de la alquimia. En la antigüedad, el argumento más sobresaliente era el que proclamaba la posibilidad de transmutar el plomo en oro. Creo que muy pocos entendieron la simbología de este empeño:
“Tú eres un alquimista, haz oro de ti mismo”. William Shakespeare.

Es nuestra cocina el lugar mágico de la casa, y es donde la alquimia adquiere todo su sentido: transformar la materia ofrecida por la naturaleza y transmutarla mediante el fuego en nutrientes que el intestino acoge de manera festiva y nos proporciona salud. Algo así como lo que hacen las abejas, que liban el néctar de las flores y lo convierten en deliciosa y alimenticia miel. Obviamente no utilizan el fuego, pero en su particular alquimia si está presente la música: miles de aleteos festejando el fruto de su esfuerzo.

En un programa de radio, un músico amigo de Martirio confesaba ser un adicto a su cocina. Martirio le recibía en sus fogones, mientras guisaba. Y, además de quedarse a comer, allí surgían ideas que después se convertían en canciones.

Ya se sabe desde hace tiempo que la mejor medicina es la comida; y que una cocina sin música es un lugar donde disminuyen las probabilidades de que un guiso alcance el grado de excelencia.

En esas ocasiones en las que se nos habla de estrellas Michelin, se nos forma en las comisuras una ‘sonrisa boba’. Y es que sentimos la certeza de estar arropados por el universo entero, donde hay tantas estrellas, “que se podrían alicatar diez cuartos de baño”, habría sentenciado  Chiquito.

Sirvan estas palabras para aliviar -a quienes lo padezcan- el tan temido ectoplasma depresivo que se manifiesta tras los periodos de asueto, incluidos los fines de semana -con el amenazante lunes-, puentes y fiestas de guardar.