domingo, 28 de abril de 2024 14:45h.

Estamos en sus manos

Deberíamos plantearnos el modelo de sociedad actual y la relación que mantenemos. 

Quiero referirme  a las observaciones del catedrático de Historia Yuval Noah  Ha­rari en su libro 21 lecciones para el siglo XXI, donde habla sobre el poder que ejercen los gigantes de la información: captan nuestra atención para proporcionarnos de forma gratuita servicios y diversión, y después revenden nuestra atención a los anunciantes.

Pero su verdadero negocio no es en absoluto vender anuncios, sino acumular grandes cantidades de datos sobre nosotros, información que vale más que cualquier ingreso publicitario. Argumenta que nosotros “no somos sus clientes; somos su producto”.   

El poseer la tierra dividió la sociedad en aristócratas y plebeyos. Y el control de los medios de producción de las fábricas y de las máquinas en capitalistas y proletariado. En la actualidad, los datos eclipsan a la vez a las tierras y las máquinas como los bienes más importantes, porque quienes poseen los datos ostentan el poder. La política se convierte en una lucha por controlar la economía y recopilar información. 

Desde el instante en que utilizamos ordenadores, teléfonos móviles y dispositivos inteligentes para trabajar y re­lacionarnos, esa dependencia está anulando nuestra privacidad y libertad. A medida que fluyen datos de nuestro cuerpo y cerebro a los dispositivos mediante sensores biométricos, más fácil les resultará a las empresas y a los organismos gubernamentales conocernos, manipularnos y tomar decisiones en nuestro nombre. Pero su objetivo principal es vender los datos a las empresas de bioingeniería que, en un futuro cercano, podrán anticipar y descifrar nuestra forma de ser y de pensar, mediante el análisis de nuestros corportamientos y nuestros organismos con el uso de la inteligencia artificial. Humanos y máquinas podrían fusionarse de una manera tan completa, que los humanos, quizás, no lograrán desconectarse de la red.

Pensarás al leer este artículo que es una opinión muy pesimista. Y, es así, si lo vemos desde la perspectiva de una pérdida de nuestra privacidad y libertad. Porque, humanamente, la privacidad y la libertad son valores esenciales para nuestra educación y para desarrollarnos como personas. Una libertad que posibilite participar y ayudar a nuestras comunidades; accediendo a la justicia y disfrutar de cada uno de los derechos fundamentales. Poder expresarnos, difundir, buscar, recibir y compartir ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas. 

Si queremos evitar la concentración de toda la riqueza y el poder bajo el dominio de una pequeña élite, la clave es regular la propiedad de los datos. Pero las injerencias ilegitimas que atacan nuestra privacidad son tan difíciles de controlar; poniendo trabas a nuestra libertad de comunicar y de acceder a la información veraz, si no es a cambio de perder nuestra privacidad. Esto dificulta su regulación. La cruel realidad es que ¡estamos en sus manos!