Privado
Hace algún tiempo me contaron el siguiente chiste: estaba la mujer piloto de un avión comercial que hacía la ruta Madrid-Valencia hablando con su copiloto en los siguientes términos:
“Cuando lleguemos a Valencia, he quedado con el nuevo sobrecargo para tomarnos una buena paella y, luego, irnos a un hotel y disfrutar toda la tarde haciendo el amor apasionadamente”.
Mientras la charla transcurría entre chascarrillos y sonrisas cómplices no se dieron cuenta de que habían dejado conectado el interfono del aparato y todo el pasaje y la tripulación había estado escuchando tan peculiar conversación. Al oírla, el sobrecargo aludido corrió desesperadamente a la cabina para advertir a la comandante de que todo el mundo estaba oyendo el coloquio subido de tono. Pero, sin darse cuenta, en la carrera tropezó con el pie de un pasajero que tenía la pierna extendida en el pasillo del avión y cayó de bruces al suelo. En ese momento, con cierta socarronería y un poco de humor ácido, el pasajero de la pierna extendida comentó en voz alta: “Pero a dónde va tan rápido, que primero tienen que comerse el arroz”.
Bueno, no sé si les hace gracia o no el chiste, pero de él, como de todo en la vida, podemos sacar alguna enseñanza o moraleja que nos sirva en nuestro discurrir cotidiano. Lo primero, es que debemos tener cuidado al contar los asuntos íntimos de nuestra vida a cualquiera, ya sean compañeros de trabajo, conocidos o amigos sin la suficiente confianza y garantía de discreción y confidencialidad que requieren dichos asuntos.
El principal motivo es que al trasladar a otras personas comentarios o informaciones de nuestra esfera más privada, estas ya dejan de tener esa categoría al no poder controlar dónde y cómo se difunden. Porque, una vez que cuentas algo a alguien, ya no lo controlas y deja de ser, de alguna manera, tuyo. Ya no te pertenece, y si no confías plenamente en esa persona, que deberá saber gestionar y administrar tus intimidades y pensamientos más personales, corremos el peligro de estar en boca de quien no tiene por qué.
En ocasiones, ya sea cuando tenemos conflictos de pareja, dificultades laborales o profesionales, problemas de salud o estados personales de opinión sobre asuntos políticos o ideológicos, debemos intentar que los aspectos íntimos de nuestra vida no trasciendan a quienes no les incumbe ni les interesa, aunque tropecemos en el intento con algún obstáculo en nuestro círculo de amistades, conocidos o curiosos.
En la era de las redes sociales y la conectividad constante, puede resultar tentador compartir cada detalle de nuestra vida con el mundo, desde lo más trivial hasta lo más íntimo. Pareciera que no hay límites en cuanto a lo que podemos revelar sobre nosotros mismos y, sin embargo, es importante recordar que la intimidad y la confidencialidad son elementos fundamentales para preservar nuestra individualidad y proteger nuestra seguridad.
Revelar nuestra vida a cualquier persona también puede afectar nuestras relaciones personales y de confianza. Amigos, familiares o parejas pueden sentirse traicionados o invadidos si descubren que hemos compartido detalles íntimos sobre ellos sin su consentimiento. La confidencialidad es un acto de respeto hacia los demás y puede fortalecer la confianza en nuestras relaciones. Por ello, es importante establecer límites claros sobre lo que estamos dispuestos a compartir y con quién, y no debemos sentirnos obligados a revelar aspectos de nuestra vida si no nos sentimos cómodos haciéndolo, aunque intenten sonsacarnos los fisgones, cotillas, metomentodos e indiscretos de turno.
Nuestras decisiones personales, pasiones, creencias y sueños son nuestros, y tenemos el derecho de mantenerlos en privado si así lo deseamos. Y una forma de proteger nuestra intimidad es ser selectivos con las personas a las que les confiamos nuestra vida. No todos merecen acceso a nuestras emociones más íntimas, y es importante discernir quiénes son las personas en las que podemos confiar. Construir un círculo de confianza cercano y respetar los límites de cada individuo son pasos fundamentales para garantizar nuestra privacidad.
En la era digital, compartir nuestras experiencias y pensamientos personales se ha vuelto una práctica común. Sin embargo, existen momentos en los que nos preguntamos si es necesario revelar tantos detalles de nuestra vida privada. Al ser selectivos con la información que compartimos, podemos evitar situaciones incómodas, proteger nuestra identidad y mantener el control sobre nuestra vida personal. Recuerden que no es necesario revelar cada detalle de nuestra vida y que nuestra privacidad es valiosa. Aprendamos a guardar secretos y a disfrutar de la intimidad que ello nos brinda.