jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

La tercera ola

Columna de Emilia García

Últimamente la estampa de La gran ola de Kanagama se me viene al pensamiento demasiadas veces. Esa ola gigantesca y amenazante que fascina nada más mirarla y que es todo un icono del arte japonés.  Esa terrible y enorme ola que parece monstruo gigante provisto de garras o colmillos con la intención de devorarlo todo a su paso, tiene una belleza sobrecogedora, como sobrecogedor es el poder de la naturaleza. Ante ese poder muy poco puede hacerse.

Hace poco hemos vivido en nuestras costas una experiencia única para muchos, un temporal  que ha destruido playas, equipamientos, y ha ocasionado daños materiales y económicos más que considerables. Un temporal que nada tiene que ver con esa ‘gran ola’ que tanto me inquieta, pero que ha sido devastador. 
Durante esos días, yo pensaba en las personas que se hacen a la mar después  de años de travesía terrestre. Lo hacen escapando de la guerra, el hambre, la miseria material, la falta de libertades en sus países de origen. Abandonan sus tierras, sus cielos, sus familias, y se hacen a la mar en balsas, pateras, embarcaciones precarias que dan miedo sólo el verlas e imaginárselas  con el cielo y el agua de por medio.

Muchas de esas personas no llegan. Lo sabemos. O llegan arrastradas por las olas, dejadas por la marea en cualquier playa. Para esas personas, el mar, aunque esté en calma, debe parecerles igual de terrible que La gran ola de Kanagama. Se lanzan  a la incertidumbre porque les va la vida en ello, aunque la vida se les pierda en el camino. Un drama terrible. El Mediterráneo, ese mar tan cantado, tan nuestro, tan querido, se ha convertido en un cementerio. Pero, aun con el dolor que supone esta tragedia humana y que tanto me hace reflexionar sobre la ética política de los países de esta orilla, hay algo todavía peor, y que tiene que ver con la mirada colectiva, con la manera en que la sociedad asume tanta muerte.

Hoy, dejo mi marcapáginas en la novela gráfica La ola,  de Stefani Kampmann, que al igual que la película del mismo nombre dirigida por Dennis Gansel en 2008, está inspirada en hechos reales: El experimento que llevó a cabo un profesor de Historia en Palo Alto (California). 

Ante la pregunta de uno de sus alumnos de cómo era posible de que el pueblo alemán no hubiese hecho nada para impedir la barbarie del nazismo y de que en una sociedad democrática eso no podía pasar, el profesor inicia con ellos ese ‘experimento’ al que llamó ‘La tercera ola’, y con el que dejó demostrado lo fácil que resulta la manipulación de las ideas. Lo sencillo que puede ser la anulación de las libertades. Lo peligroso que puede resultar el espíritu de rebaño. Porque cuando no se piensa, no se contrastan opiniones, no se considera al otro como persona; cuando las frases hechas, las consignas, lo que te cuentan o escuchas no es puesto en tela de juicio, y se siguen a pies juntillas los planteamientos ajenos, cualquier cosa puede pasar. Incluso que perdamos lo que nos hace humanos: la humanidad.

Esa es la ola que más miedo me da.