Decir no

No sé qué tiene el NO que anda tan desprestigiado. ¡Qué negativa eres!

A todo dices que no -me dicen-,  cómo si la negación, ese adverbio que lleva consigo el círculo al que tanto tiempo y disciplina dedicaron los matemáticos y filósofos, no llevara consigo, en sí mismo, otro adverbio. Porque decir no a una realidad  es decir sí a otra.

Gloria Fuertes, la poeta que todos los niños conocen, lo deja muy claro en este breve Poema al no cargado de verdad, de ternura, de humanidad:

No a la tristeza.

No al dolor.

No a la pereza.

No a la usura.

No a la envidia.

No a la incultura.

No a la violencia.

No a la injusticia.

No a la guerra. 

Sí a la paz.

Sí a la alegría.

Sí a la amistad.

A lo que yo quiero y debo añadir: No al genocidio. No a bombardear escuelas. No a bombardear hospitales. No a matar de hambre. Sí rotundo a la vida. Sí al amor. Sí a la humanidad.

El NO ha marcado mi vida desde que tengo uso de razón. Desde que me posicionaba ante cualquier injusticia de esas pequeñitas que se dan en la infancia hasta esas otras, tremendas, que nos esperan y sorprenden en el camino del vivir.

A todas me he opuesto, a todas he hecho frente, y todas me han dejado huella. Con arañazos pequeños, o con grandes surcos en el alma, aquí sigo, amando humanamente la vida.

Por supuesto sé que en el mundo hay demasiados lugares oscuros donde la maldad campa a sus anchas y donde la vida de un ser humano no vale nada; donde se mata y se violan niños a diario sin que apenas nos enteremos; pero lo que me lleva a escribir estas líneas es el sentimiento de impotencia ante la gravedad, el  punto máximo de maldad al que se ha llegado. Estamos asistiendo al exterminio de todo un pueblo, programado y ejecutado por un estado democrático. Y lo peligroso del momento es que esta matanza se ha llevado y se lleva a cabo sin que apenas la llamada comunidad internacional haya intervenido, o lo haya hecho a destiempo y tibiamente. Ante eso yo, que no entiendo de política a esa escala,  me pregunto si no es Gaza la antesala de un futuro en el que cualquier país pueda ser exterminado de la misma manera; si mañana no será otro el escenario en el que se pueda rodar la perversidad,  la crueldad llevada al extremo.

Así que, aunque mi NO sea tan impopular, aunque no sirva de mucho, tengo que decirlo. No puedo callar. Se me ha dado la voz, eso tan básico y tan necesario para decir quiénes somos, qué queremos, qué nos duele y qué nos conmueve. Yo digo NO al genocidio del pueblo palestino. Porque no me pasa de largo, no puede pasarnos de largo tantísimo sufrimiento como se está generando.

Miguel Hernández, que tanto sufrió y amó, en uno de sus poemas dedicado a su hijo,  me deja unos versos:

Eres mañana, ven

con todo de la mano.

Qué mundo más hermosamente humano sería este en el que pudiésemos decir a las futuras generaciones eso mismo: Ven, venid con todo de la mano.