Tributo a los puntos suspensivos

Andrea nos lleva de paseo con humor por el idioma español

Me fascina la ortografía. La amo, la vivo…

Por eso, hoy, os hablo de un trío elegante: los puntos suspensivos.

Soy más de frase directa, sin tanta curva. Reconozco que, cuando estos puntos aparecen -si se abusa-, ¡me inquietan. Me perturban!

 Y no, no será Esperanza Gracia quien me descubra lo que hay detrás de ese improperio, ni sus misterios.

A los que no lo saben -o lo ignoran-: siempre son tres los puntos que se ponen, y no más. Ni cuatro, ni siete… ni hasta que tiemble el rotulador. No son confeti en una fiesta, ni rebote de tambor.

No lo tomes a la tremenda. ¡No son unos puntos cualquiera! No como los del carnet de tu coche, o como los que sumas para la sartén de la tienda.

No se ponen a placer, según les convenga, les pille o cuadre...; tampoco si el bolígrafo colabora en ese magno desaire.

Recuerdo al primero que vi poner más de tres: lo hacía sin ningún estrés. Detrás de un “ya veremos”. Después de un “y siguieron los días”. Incluso, seguido de un “te quiero”. ¡Eso sí que no! Se quiere o no se quiere, por el amor de Dios.

Hay otros que marcan en el folio puntitos infinitos, dibujando un caminito de hormigas. Si Gloria Fuertes levantara la cabeza… ay, la pobre, lo que diría de esas hormiguitas:

“Un hilito sigue la hormiga,

todas juntas, arrejuntaditas.

Comiendo puntos con la boca,

con la misma que se reían”.

-O algo así, me imagino, en esa voz ronca de la poeta que tanto amo-.

A otros, con los puntos, se les ponen los pelos de punta. El suspense, más que ser obra de la palabra, se convierte en un puntear la hoja con alfileres.

Como un recuento de balas… ¡Qué manera de perder fuerza el drama!

Quien puntúa más de tres, ya no relata: maltrata. No sostiene la trama. Ni trama nada decente.

¿Y qué me dices de los que terminan cada estrofa, cada verso, con los puntitos? Esos son mis favoritos. Soplando misterio al asunto. Aunque, si lo pienso bien, más que soplido, es rebuzno.

Da tiempo a caña, tapa… y el poeta aún no termina su turno.

Con este poema o manifiesto -llámalo como quieras-, rindo homenaje a mis amados y denostados puntos. Y te recuerdo, escritor mío: tres son suficientes. Y para más aliciente, tenemos los gerundios.