El pueblo salvando al pueblo
Me levanto esta mañana con la buena noticia de que los incendios en la mayor parte de España se están estabilizando.
Han sido días en los que llegaban imágenes terroríficas de miles de hectáreas quemadas, animales corriendo despavoridos, hombres y mujeres, sin casi medios, intentando contener al monstruo. Días de noticias desalentadoras donde informaban que no llegaban medios especializados, el clima no ayudaba y, sobre todo, veíamos a nuestros políticos ayudando y apoyando a los ciudadanos. Sin echarse la culpa, sin utilizar políticamente la desgracia, dando ánimos e ideas de cómo solventar los problemas que se les venían encima. No hemos visto romantizar los incendios, ni a las personas que hacían todo lo que podían por proteger sus casas y medios de vida. No hemos leído titulares demagógicos, ni insultantes; no hemos visto a nuestros representantes tirar balones fuera y, como debe de ser, han asumido sus responsabilidades. Si ha habido negligencias, han sabido responder a ellas. Ha habido despidos y ceses, incluso, dimisiones. No han utilizado la muerte de dos personas para su conveniencia política. Ni, mucho menos, hemos escuchado eso tan típico en estos casos: “Si llegan a gobernar los otros, esto hubiera sido una tragedia aún mayor”.
Estos terribles días, hemos visto la gran coordinación de medios que hay en el país. Todos estaban donde debían estar, en el momento que debían hacerlo. Todo estaba ya previsto. Hemos visto como las previsiones para evitar o minimizar los incendios se habían realizado. Que las trabas administrativas para limpiar los montes han sido las mínimas, escuchando a quienes saben de lo que hablan, a los ganaderos, agricultores y demás trabajadores del campo.
Algo que debemos agradecer a nuestros periodistas y políticos es que no han menospreciado a los habitantes de los pueblos calcinados, ni les han dicho, desde sus luminosos y espléndidos platós, cómo deben hacer para parar el fuego que, desesperados, ven como se acerca a sus casas. Ni se les ha ocurrido decirles, mientras transmitían en directo, que “ahora estarían tan tranquilos si hubieran hecho las cosas como hay que hacerse”. Han ido a visitar los lugares, se han puesto el mono y han cogido la pala, o lo que tuvieran a mano. Les hemos visto con la ropa llena de hollín, respirando con dificultad. Gracias, periodistas. Gracias, políticos. Desde vuestros púlpitos habéis comprendido que cuando todo esto pase y esas personas tengan que volver a sus pueblos y vean sus casas destrozadas, a sus animales calcinados o con terribles heridas, sus recuerdos ennegrecidos y su vida hecha jirones, os llamarán para agradeceros haber hecho visibles sus problemas. Por haber estado ahí hombro con hombro. Y, estoy segura, que vosotros al colgar, estaréis henchidos de orgullo por todo lo que habéis ayudado. Entraréis en vuestros despachos y brindaréis. Dormiréis a pierna suelta sabiendo que vuestro trabajo está hecho. Y bien hecho.
Dentro de unos días, esos mismos ciudadanos mirarán los teléfonos a la espera de la llamada que les diga: “No os preocupéis, estamos con vosotros. ¿Qué necesitáis?” Sabemos que no tendrán que llenar miles de formularios por triplicado, entregar documentos que ya no poseen porque se han quemado, y que las copias llegarán en escasos días. Estarán tranquilos porque, en breve, habrán recibido las ayudas que, delante de cientos de medios de comunicación, prometisteis. Esta vez sí. Esta vez, cumpliréis.
Y, el año que viene, la estación próxima, o la siguiente desgracia, estaréis allí donde se os necesita. Sin demagogias, ni promesas falsas; sin falacias, ni condescendencias. Estaréis porque es vuestro trabajo, porque es lo que se espera de vosotros, porque “el pueblo salva al pueblo”.