Inteligencia natural
Cuando paseo por un museo y me paro a observar sus obras, uno de mis mayores placeres es sentarme enfrente e imaginarme cómo fue su ejecución, qué fue lo que le llevó al autor a pintar esa obra, cómo pudo llevarla a cabo; si sufrió al pintarla o si sintió el dolor que la obra refleja.
Pienso en las horas que tuvo que pasar planeando, ejecutando, trabajando. Postergando horas de sueño. En las presiones que tuvo que soportar, en los miedos que tuvo que sentir, en cuántas veces quiso rendirse. Todo eso, de alguna manera, está reflejado en su obra. Muchas pasan desapercibidas para el ojo profano; otras no son tan sutiles, porque el autor quiere que las veamos.
Siento algo parecido cada vez que voy al cine o leo un libro; cada vez que escucho una canción que me revuelve por dentro; cada vez que leo una poesía que me hace llorar; cada vez que observo una escultura y se me eriza la piel. Lo que estamos viendo es el resultado de algo mucho más complejo que “dar dos pinceladas” o “escribir cuatro palabras”. Estamos viendo el interior de su autor -o lo que nos deja entrever-. Nos está abriendo una ventana a su alma. En ocasiones es sólo una pequeña grieta, pero suficientemente grande como para ver que ese escritor, escultor o músico ha amado con pasión, ha sufrido hasta romperse, ha llorado hasta quedarse sin lágrimas.
Pero ahora tengo miedo. Tengo miedo de que cuando lea un libro, vea un cuadro o escuche una canción sólo sean la suma de miles de algoritmos. Que el dolor, el amor, la risa o la desesperación sean meras fórmulas matemáticas. Que detrás de una poesía no exista un ser humano que sienta, sino una suma de ceros y unos. La inteligencia artificial puede escribir un libro, pintar un cuadro, componer una canción en milésimas de segundos, y estoy convencida que para muchos es imposible distinguir la inteligencia artificial de la inteligencia natural. Algunos dicen que nunca podrán sustituir al ser humano, pero ¿a qué ser humano? ¿Al hombre que se para a pensar, al que no se cree todo lo que ve, al que hace preguntas, al que le incomodan ciertas respuestas, o a aquel que no quiere saber, no quiere entender y acepta todo lo que le ponen delante?
Las máquinas nos trajeron progreso, ayudaron a facilitar trabajos, a ser más eficientes… o eso nos dijeron. En este 'Siglo de las maravillas' muchos estamos intentando sobrevivir, porque vivir… eso ya lo hacen quienes inventaron las máquinas.