El buen ciudadano
Elisa estaba emocionada. Por fin ha podido ahorrar para ir a visitar a sus padres. Durante varios años no lo había conseguido y, año tras año, le denegaban el viaje. Pero este año estaba segura de que lo tenía controlado.
Se había deshecho de su viejo coche e iba a trabajar en autobús y metro. Y, cuando podía, usaba la bicicleta o caminaba.
No había entrado en ninguna de las aplicaciones que habían difundido desde el ministerio, ni había visto películas o series que no fueran las recomendadas. Ni mucho menos había entrado en esas redes sociales llenas de noticias falsas o manipuladas que aparecían en las listas que mandaban todos los meses. Nada de plásticos en casa, llevaba bolsa de tela para la compra. Había comprado una olla exprés para cocinar, tal y como recomendaba el gobierno.
Esta vez sí, esta vez tenían que darle los billetes. Había hecho todo lo que le habían pedido. Y sin protestar ni quejarse. Que había cada cual por ahí…
Entró en la oficina y, una señora muy amable, comenzó a preguntar y teclear muy rápidamente.
-¿Año de nacimiento?
-2005
-¿Lugar de destino?
-San Bartolomé de las Casas.
-¿Medio de transporte?
-Avión.
-Umm…
-¿Ocurre algo? -preguntó preocupada Elisa.
-Un momento, voy a hacer una consulta -y se levantó yendo hacia otro mostrador, donde un señor con cara de pocos amigos miró a Elisa por encima de las gafas, negando con la cabeza cada afirmación de la empleada.
-Lo sentimos, pero no podemos concederle la solicitud de viaje -afirmó tajantemente la mujer, sin dejar en ningún momento de sonreír-. Siguiente…
-Pero… ¿por qué? He hecho todo lo que me pidieron el año pasado: nada de redes sociales, todo lo he pagado con tarjeta, he puesto mi ubicación en cada una de las aplicaciones que uso, incluso me he comprado un coche eléctrico.
-Tenemos registrado un consumo de carne roja superior al permitido.
-Pero si sólo fueron dos solomillos que…
-¡Siguiente!