La vieja del garrote
Disfrutaba yo de mi clase de cajón flamenco cuando volvió a saludarme, ya lo hizo la otra tarde cuando jugaba con mi nieta en la alfombra del salón, y también me visitó en la caminata del mes pasado, mientras disfrutaba de una preciosa escapada de senderismo.
Cada vez en más ocasiones se presenta, me mira y sonríe. Yo ya intuyo cuando va a aparecer, y no es que la tenga geolocalizada, es que casi siempre está acechando.
No tengo alucinaciones, ni poderes sobrenaturales, no veo espíritus ni siento presencias, no, pero su llegada y su acompañamiento, son evidentes, están detrás del crujir de los huesos, del cansancio acumulado, de esas goteras que te van saliendo y de la nueva agenda de citas que te impone, con el médico, las analíticas, el fisio….
Cuando llega, se convierte en la madre del decaimiento. Cuántas partes de nosotros inician su descenso, se debilitan y se desgastan. Tu cuerpo, pero también tu parte emocional, acusan el cambio. Tú vida, por dentro y por fuera, sabe que ella está ahí, haciendo su trabajo.
Todos tememos a la vieja de la guadaña, pero no reparamos tanto en su prima la del bastón, esa vieja con garrote que es la vejez. Yo la imagino algo jorobada, quizá porque realmente joroba con su presencia, y andando siempre despacio, es lenta pero no se detiene en su caminar.
Sé que no es tan terrible, e incluso es deseable que entre en tu vida antes de que lo haga la parca, y muy en el fondo, espero que la del garrote venga.
Tarde o temprano será mi más leal compañera, y eso está bien, quisiera tenerla conmigo mucho tiempo, para poder encontrarme con su prima la de la guadaña lo más tarde posible.
No obstante, tengo planeado estresarla para que se vaya a buscar otra vida más tranquila y monótona que la mía y he decidido que seré yo la que decida cuándo abrirle las puertas de mi casa.
De la muerte, no podemos huir, pero a la vieja del garrote podemos despistarla, sí, y por eso, aunque la vejez que hoy me saluda, me alcanzará y además será fantástico que lo haga, he decidido que va a tener que correr para alcanzarme.