Semblanza de un amigo

Tengo la suerte de estar entre esos amigos a los que él llama cariñosamente 'amigos para siempre'. Paco Montoro es una de esas personas primeras que hicieron más grata mi llegada a Vélez-Málaga en ese tiempo lejano de adolescencia donde paseábamos los sueños por la carretera, subiendo y bajando emociones entre distendidas charlas de jóvenes estudiantes que tenían la vida por delante y el futuro esperando a la vuelta de la esquina. Siempre me admiró su entusiasmo, su devoción por lo veleño, que transmitía sin complejos, y se adivinaba ya en su amor por su tierra que sería pronto uno de esos veleños notables que destacarían trabajando por ella, dejando su huella indeleble en el campo de la educación y la investigación. Apuntaba  maneras de historiador en aquel tiempo de vino y rosas que nos veía vivir, aunque tengo que reconocer que a mí entonces me gustaba mucho más leer libros de poesía que de historia. El patrimonio histórico del pueblo lo paseaba, lo contemplaba y me dejaba llevar por su encanto, pero me atraía mucho más el patrimonio humano de esos amigos nuevos, tan cálidos, que me rodeaban con su alegre desenfado, especialmente aquel chico alto que me enseñaba el paisaje veleño entre jazmines y vencejos; entre suspiros y pálpitos de esos amores primeros que fueron, para siempre, patrimonio del alma.

Desde aquel tiempo lejano he visto crecer el entusiasmo de Paco Montoro poniendo excelencia y corazón en todo lo que hacía. Como entregado profesor, como brillante historiador, como amante de los libros y la cultura. Defensor a ultranza de lo veleño, ha destacado siempre por su buen hacer, su tesón y su entrega. Su capacidad de trabajo es sencillamente admirable. Aquel chico amable, cercano, siempre correcto, que tocaba la guitarra, hacía juegos de magia y adoraba la tortilla de patatas sin cebolla, se convirtió en el flamante historiador que igual reivindicaba el nombre de una batalla naval para su pueblo, que el guion del nombre de Vélez-Málaga. Comprometido siempre con su tierra, de la que ha investigado todo para contarlo después en los numerosos libros que avalan su excelente trabajo. También como editor de Libros de la Axarquía, haciendo una labor encomiable dando voz a otros escritores que dejan en ellos historias, recuerdos, paisajes, reflexiones... , semblanzas de la Axarquía. Una colección de libros valiosísima, un tesoro escrito, una herencia hermosa  para generaciones venideras.

Excelente maestro, magnífico historiador, entusiasta y generoso editor.... Por todo ello ha recibido premios y reconocimientos a su labor incansable en pro de su tierra. El pasado día 28, en el Centro del Exilio se entregaban por primera vez los premios Manuel Berenguer en defensa del patrimonio histórico-artístico de Vélez-Málaga. Un hermoso premio  que rinde homenaje a la memoria de un veleño notable y muy querido, que amó incondicionalmente a su pueblo y defendió cada rincón de su patrimonio. Estábamos allí, el chico alto y yo, sentados entre familiares y amigos viendo emocionarse a nuestro amigo Paco. Hombre sencillo y nada vanidoso, le abruman un poco los honores; siempre recuerda que su abuela Amalia, interesante señora a la que tuve el gusto de conocer, le decía que no buscara honores, que buscara el honor “haciendo bien lo suyo”. Paco Montoro, sin buscar honores, encontró el honor haciendo bien, muy bien, lo suyo.

El joven de la guitarra rítmica, amigo desde siempre y para siempre, ha madurado, ha crecido mucho en sabiduría; se ha hecho mayor, pero no ha envejecido nada, se nota que aún domina la magia. Su amigo y yo lo veíamos recoger su premio; con voz serena, hablaba despacio,  emocionado y agradecido, y pensábamos inevitablemente en el tiempo que ha pasado desde que nos conocimos, cuando el esplendor en la hierba nos envolvía con su manto ilusionante invitándonos a vivir. Ha pasado el tiempo, mucho tiempo... El patrimonio humano de Paco Montoro se ha enriquecido sin agrietarse; las nieves del tiempo que platearon su sien han conservado su espíritu joven, intacto, sin arrugas.

Ha pasado el tiempo, mucho tiempo, pero él nunca será viejo porque nunca ha sido gris.