La globalización es demoledora
En una sociedad avanzada no sólo hay que aprovechar los alimentos, también hay que preservar los recursos y poner en valor los esfuerzos y el conocimiento para que no acaben en la basura.
Según he leído (no soy muy pródigo en estos temas), el 60% de las calorías que consumimos provienen del trigo, el maíz, el arroz y las patatas. Los cereales más relevantes desde el punto de vista de la nutrición humana son el trigo y el arroz, que constituyen la base de la alimentación de cuatro quintas partes de la población mundial. Sin embargo, hay que recordar que producimos el doble de lo que consumimos. Según los datos leídos, a nivel mundial se desperdician alrededor de un tercio de los alimentos que se producen, y en los países más desarrollados es práctica habitual en las grandes cadenas de supermercados que los empleados tiren los productos a la basura cuando se acerca la hora de cierre. Esta práctica escandalosa la realizan sin ningún rubor, delante incluso del consumidor. Los datos también demuestran que no sólo la oferta y la demanda inciden gravemente en una situación de crisis mundial, sino el propio contexto geopolítico, en el que la globalización juega un papel demoledor para el equilibrio y la estabilidad. Pienso que sería necesario revisar la actual situación de consumo energético, puesto que hay soluciones más eficientes que las actuales, que nos están lastrando energéticamente. Los efectos de lo que está ocurriendo en la energía, al igual que en los cereales, ponen en tela de juicio las decisiones que políticamente se están adoptando. Recientemente, algún que otro experto ha corroborado que es mucho más grave la crisis alimentaria que la energética, y cada vez hay más razones para preguntarse por el futuro de la perversa globalización.