Elemento poderoso, elemento de diseño
Como los eslabones de una cadena o como las piezas contiguas de un puzzle, los cargos y las cargas son complementarios, consecutivos e indisolubles. ¿Y qué fue antes el cargo o la carga?
Es fácil responder : primero existe el cargo, ya que alguien se encarga de crearlo. Para ello un elemento poderoso, que suele ser político, se inventa de la nada una necesidad, que transforma en organismo, y con el fin de justificar la existencia de la cosa crea un carguito de nuevo diseño, el puesto ideal para ese familiar o amigo perdido en la nada pero que tiene aspiraciones. Tenemos el organismo, tenemos el cargo, y ahora no puede faltar un fantástico despacho, un experto en redes sociales, una encuesta a todo tren para comenzar a rellenar de contenidos el memorándum de turno, elaboración de informes, innumerables reuniones con despliegue tecnológico, no importa si bailan por ahí las erratas y faltas ortográficas..., y la difusión en medios. ¡Venga! Hay fondos, sin problema, ya que el aparato dispone y sólo hay que proponer. Contamos con entidades de toda clase, donde los cargos se multiplican, constituyendo así verdaderas cargas. Allí donde aparezcan células con el nombre de presidencia, vicepresidencia, secretaría, cartera, federación, comité, consejo, órgano, delegación, dirección, centro de..., sabremos que son lugares excesivos en todos los sentidos. Hay dos direcciones: por un lado, la que crece verticalmente, y sólo es buena para quienes están en lo más alto; y por el otro lado, la dirección que se desplaza de forma horizontal no pesa, se expande mejor. Ustedes, lectores, ya me entienden, y saben “que los cargos los carga el diablo y los disparan los idiotas”, «salvo honrosas excepciones» por ambas partes.